El monocultivo está en las mentes

Intervención de Adolfo Perez Ezquivel

Adolfo Pérez Esquivel, reconocido ganador del Premio Nobel de la Paz, afirma que el monocultivo está en las mentes, que la dominación se ejerce, antes que nada, a través de la cultura. Denuncia la existencia de un “pensamiento único”: la conciencia colectiva que han generado los medios de comunicación dominantes. En latinoamérica aún tenemos democracias débiles, democracias delegativas que ya no responden a nuestras necesidades. ¿Cómo avanzar hacia democracias participativas? ¿Es posible generar nuevos imaginarios políticos que se resistan a las ideas neoliberales? La respuesta, para este activista, es terminar con los mecanismos de apropiación de ideas y de territorios, buscar la unión y la reflexión entre pueblos latinoamericanos. Pérez Esquivel propone estrategias para acercarnos a una auténtica revolución cultural.*


La Laudato si’ del Papa Francisco es un llamado a la conciencia, a la reflexión de la relación del ser humano con la madre tierra, con la naturaleza en general, con el cosmos, con Dios. Desde la perspectiva del Papa, muchas veces lo hemos conversado en Roma con él. Él decía que esta encíclica no es sólo para los católicos, está abierta para la conciencia y la responsabilidad de todos los pueblos, de todas las religiones. Casi es una encíclica social. Pero fundamentalmente lo que hace Francisco es llamar la atención a la relación que existe entre el ser humano y la casa común. Cuando habla de la casa común se refiere a qué estamos haciendo: estamos destruyendo a la madre Tierra, a la madre naturaleza. Nos estamos autodestruyendo como seres humanos si no restablecemos el equilibrio y esto es reconocer que somos parte y no los dueños o dueñas de la madre tierra. Entonces, la encíclica va desarrollando los bienes, los recursos de la creación, por eso habla de San Francisco. San Francisco, en ese canto extraordinario de «hermano sol, hermana luna, hermano lobo» es la comunión del ser humano. Y eso es importantísimo en esta época en que estamos sufriendo no sólo conflictos armados, sino esta pandemia que es consecuencia del maltrato del ser humano a la naturaleza. La contaminación de ríos, de mares, la destrucción, la deforestación. Y esto únicamente lo podemos superar restableciendo el equilibrio. La vacuna va a ayudar, pero no va a resolver el problema. Entonces, lo que hace el Papa Francisco es profundizar, en esta relación, en que somos hijos e hijas de la madre Tierra. Hace 50 años que trabajo en todo el continente con los pueblos mapuches. Mapuche significa gente de la tierra. Son hijos e hijas de la tierra. Y si nosotros no reconocemos esto, estamos perdidos y perdidas, porque qué mundo le vamos a dejar a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos, si lo estamos destruyendo, por ejemplo, con la desertificación, los desmontes, la contaminación. ¿Qué futuro les espera? El futuro se construye con el coraje que tengamos de hacer el presente. Lo que hoy sembramos es lo que vamos a recoger. Y el Papa Francisco apunta a eso, a un llamado a las conciencias.

 

La conquista europea fue una invasión, la apropiación. No vinieron a civilizar, la cruz y la espalda eran la misma cosa.  Vinieron a imponer y a saquear el continente. El problema de la tierra es el de la apropiación de la tierra, de los recursos, del oro. Cuando uno comienza a ver: Pizarro, lo que pasa con el Inca, con Atahualpa, lo que pasa en México con Cortés (que de cortés no tenía nada), pero también la destrucción, la esclavitud. Colón lo primero que hace es llevarse como 400 indígenas y los vende en Sevilla. Entonces, los seres humanos no cuentan como seres humanos. Y después, la esclavitud africana. Entonces, esto es destrucción, es apropiación. Me acordaba de Eduardo Galeano, porque se cumplen 50 años de Las venas abiertas de América Latina. Yo estoy escribiendo sobre eso. Las venas abiertas de América Latina siguen abiertas hasta el día de hoy.  En ese paño de Cuaresma representó el movimiento de los sin tierra, los campesinos, los que están en Brasil, pero también en toda América Latina, la lucha por el derecho a la tierra. Cada vez son más expulsados los naturales y terminan en las favelas, en los tugurios, en las villas miseria. Yo digo que la miseria cambia de nombre en cada país, pero en todos los lugares tiene el mismo rostro. Esa es la destrucción. Hugo Chávez, a quien conocí mucho y me honró siempre su amistad, era un hombre que pensaba con la mentalidad bolivariana de la patria grande, de la unidad continental. Es la única forma de salir de esto. Monroe piensa en América Latina como el patio trasero hasta el día de hoy. Cuando nos imponen las dictaduras militares a través de la doctrina de la seguridad nacional y, después de estas democracias débiles, nos imponen la lawfare, que es la guerra judicial. Así sacan a Manuel Zelaya en Honduras, a Fernando Lugo en Paraguay, a Evo Morales en Bolivia, a Lula, a Dilma Rousseff primero, para después poder desplazar a Lula e impedir que los gobiernos populares puedan afirmarse en una democracia. Nosotros tenemos democracias débiles. Estas democracias delegativas ya no responden a las necesidades de los pueblos. Tenemos que pensar en democracias participativas. En el Foro Social Mundial lo hemos planteado muchísimas veces. Esperemos que ahora vuelva a renacer el Foro Social. Decíamos que otro mundo era posible. Ese mundo es posible si hay unidad, si hay conciencia crítica. Y Hugo Chávez hizo mucho por la unidad latinoamericana, como el Banco del Sur. A Venezuela le habían congelado los fondos. Entonces, no tienen posibilidades de un desarrollo, y ¿quién le congela el fondo?, ¿quién lo bloquea? Estados Unidos. Nosotros trabajamos mucho con la Revolución Sandinista.  Ahí comprobamos algo que es muy grave y que se silencia siempre: la guerra y el narcotráfico van unidas. La guerra se financia con el narcotráfico. ¿Qué pasa en Colombia? Se vota, pero no es una democracia. Eduardo Galeano a eso le llamaba democraduras. Pues siempre tenía ese juego de palabras muy fuerte, muy activo. Pero nosotros, cómo soportamos tantas dictaduras. Porque todos los militares pasaron por las escuelas de las Américas, en Panamá y en las academias militares de los Estados Unidos. La guerra de Argelia, la desaparición de personas. Esa fue una experiencia del Ejército francés en Argelia. Y eso lo transportan aquí, a América Latina, fundamentalmente a Argentina. Creo que la única posibilidad que tenemos es la unidad en la diversidad. No tenemos que pensar todos igual, pero debemos tener objetivos claros de hacia dónde vamos, los problemas, la tierra, el medio ambiente. Pero estamos ante sociedades capitalistas neoliberales que privilegian el capital financiero sobre la vida del pueblo. Esto es lo tremendo. ¿Cómo nos recuperamos? Sintetizando, porque sería largo poder profundizarlo, con la resistencia cultural. Esta resistencia cultural es la toma de conciencia de los pueblos. Pero estamos sometidos a medios de información que son dominantes, porque son parte del sistema los medios de comunicación. Yo había publicado «La incomunicación de los grandes medios hegemónicos de comunicación» porque van generando una conciencia colectiva, lo que yo llamo el pensamiento único. Y ahí voy más al fondo, que es el monocultivo de las mentes. Esa es la dominación. La dominación pasa por lo cultural, porque si no, estaríamos así de aceptar. Fíjate en los medios de comunicación nuestros. El 90% habla todos los días de Estados Unidos. Pero no hablamos de África, no hablamos de América Latina, de la cultura latinoamericana, que es extraordinaria, de sus artistas, de sus escritores, de los pueblos, de los campesinos, la riqueza que hay en la sabiduría de los pueblos. Entonces, ese mural tiene que ver con el ayer y el hoy. Y ahí aparecen, también, los mártires de América Latina: Monseñor Romero, Angelelli, Chico Mendes, por defender la floresta, las madres, las abuelas, los indígenas, Tupac Amaru. ¿Qué defendían ellos? Defendían el derecho, los derechos humanos como derechos universales. Entonces, desde esta perspectiva es que tenemos que volver a retomar lo que es la identidad, la pertenencia. Nuestra identidad, ¿quiénes somos?, ¿cuál es nuestra pertenencia? Porque si no profundizamos en quienes somos, estamos perdidos. ¿Hacia dónde vamos con todo esto? son siempre las preguntas existenciales. Pero no hay que perder la esperanza, porque en América Latina hay mucha fuerza y hay tres grandes ejes en los que yo tengo la vista puesta. Uno, los movimientos indígenas que vuelven a recuperar su identidad, la palabra, la lengua. Es extraordinario recuperar la palabra, esa palabra que yo digo que camina, no la palabra estática. Esa palabra que es transformadora, liberadora. Las organizaciones populares, las redes, las alternativas sociales, políticas, culturales, espirituales. Y hay un eje fundamental que es el movimiento de mujeres. A las mujeres no les regalaron nada, lo conquistaron a fuerza de luchas sociales, políticas, culturales, espirituales. Y el movimiento de mujeres es como los ríos subterráneos, que no los ves, pero que en un momento tienen tanta fuerza que ese río subterráneo rompe, salen a la superficie y arrasan todo, lo bueno y lo malo. Pero después esos ríos van buscando su cauce. Cuando las aguas se calman ven las transparencias y podés ver el sedimento del río. Y esa es la revolución de nuestro tiempo, esa acción transformadora y liberadora.

 

Hay que transformar las estructuras actuales. Creo que la pandemia también nos está mostrando que esto es un corte, una etapa de la humanidad. Si queremos que este mundo se desarrolle en plenitud, porque no hay sociedades estáticas, toda sociedad tiene una dinámica permanente de transformación. Hay un filósofo francés, paleontólogo, Teilhard de Chardin, que habla de que la humanidad tiene el universo, la biogénesis, la antropogénesis, la cosmogénesis, son procesos de evolución. Y toda sociedad también tiene ese proceso de evolución. Necesitamos de los cambios porque si no, es suicida lo que está pasando hoy. Otro mundo es posible si nos unimos y reflexionamos juntos, si los campesinos pueden tener acceso a la tierra, terminar con estos mecanismos de apropiación de aquellos a quienes no les pertenece. Voy a poner un ejemplo muy concreto. Aquí, en la Argentina, hay empresarios que han comprado la mitad de la Patagonia. Me voy a referir a uno: Luciano Benetton. ¿Cómo puede ser que tenga un millón de hectáreas en tres provincias patagónicas y le quitan las tierras al pueblo mapuche? Me llevé a un matrimonio mapuche a Rosa y Atilio Curiñanco a Roma y los senté frente a frente con Luciano Benetton. Y le decía: ¿Qué pasa aquí que le quitas 350 hectáreas cuando tienes un millón de hectáreas? Dice: No, pero yo le puedo donar unas tierras. Pero ¿cómo les puede donar tierras que no son de él? Entonces, el sistema, la legislación, si hay leyes, deben cumplirse. La democracia no es votar en una urna, democracia significa derecho e igualdad para todos y todas, no para algunos. Podríamos hablar de muchos empresarios, pero no sólo aquí, en toda América Latina. Por qué el movimiento de los Sin Tierra de Brasil van tomando haciendas abandonadas para cultivar. Yo he estado con ellos y sigo en contacto con ellos. Es gente que cultiva la tierra, pero también hicieron escuelas, centros de salud, han desarrollado acciones culturales, viviendas. Creo que es otra forma de vida. Es la única forma de transformación, eso lo pueden hacer los pueblos. Los pueblos que se unan. Por eso es tan importante conocernos en América Latina, no nos conocemos. El desafío es conocernos, sentarnos, compartir. Qué tenemos que compartir: dos cosas muy simples. Primero, el pan que alimenta el cuerpo y el pan que alimenta espíritu, y la libertad. Porque sin libertad no tenemos capacidad de amar. Qué palabrita tremenda ¿no? Y entonces, si no hay amor, el mundo pierde sentido. Es lo que dice el Papa Francisco en Laudato si’, pero qué nos dicen los campesinos, las mujeres, qué nos dicen los pueblos cuando nos acercamos: que quieran vivir con dignidad. Entonces, por eso otro mundo es posible. Y hay mucha fuerza. Lula, cuando estaba en el gobierno, sacó de la miseria extrema a 40 millones de hombres y mujeres en Brasil, fundamentalmente en el nordeste, que lo conozco muy bien. Los sacó de la miseria extrema, por eso no lo dejan gobernar. Porque el neoliberalismo no quiere. Como decía Ignacio, recién, quieren que bajen los impuestos, que se privatice todo. Pero que nos metan por encima una deuda externa, inmoral e injusta, que vamos a pagar muchas generaciones. Por eso la forma de pensar en otro mundo posible es la revolución cultural.

 

*Esta intervención formó parte de la apertura de Proyecto Ballena 202: T/tierra.

 

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