Soraya Maicoño.

Una vez que se despierta nuestra memoria, vamos ordenándonos

Una vez que se despierta nuestra memoria, pareciera que vamos ordenándonos, y los sonidos y las formas empiezan a surgir espontáneamente, solos, porque están en nosotros” dice  Soraya Maicoño, teatrista, narradora de epew, “pillan kushe” (una “anciana mapuche”, en términos de sabiduría y conocimiento) que se dedica a recopilar el canto ancestral y, con él, la historia de su pueblo. Esa historia que, con el transcurrir de los años, como consecuencia de la conquista del desierto y de un discurso colonizador y racista que impera en el pueblo argentino, se fue perdiendo progresivamente. En una tarea casi antropológica, Soraya ha recorrido toda clase de comunidades mapuches, ha conversado con los abuelos y las abuelas de diferentes territorios para aprender sobre resistencia y el amor a la tierra, pero, sobre todo, para reconstruir la tradición oral mapuche. Una memoria latente que Soraya mantiene viva a través del canto sagrado. 

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SORAYA MAICOÑO: (Introducción en mapuche) Soy cantora, soy pillan kushe. Pillan kushe es aquella persona que levanta ceremonia al lado del lonko. Mi trabajo es el canto sagrado. Mi trabajo es el de tocar el kultrún, el de acompañar el latido de la tierra en las ceremonias. 

 

J.M.: En una semana, como hace tiempo no veíamos, hubo un conflicto con el pueblo mapuche, de estigmatización por parte de los medios hegemónicos y de los intereses concentrados. Donde además ponen al pueblo mapuche en un lugar que a mí, por lo menos, que soy de Bariloche y conozco algunas comunidades, me parece de lo más creativo. Ese relato que hacen de las comunidades mapuche como si fueran focos terroristas. Me gustaría empezar con algo que seguramente no sea tampoco tan fácil de contestar, que es preguntarte si vos te sentís argentina.  

 

S.M.: Nací en Teca, un pueblo mapuche tehuelche, que está al sur de Esquel. Cuando era chica, mi mamá decía que era la única mapuche de la familia, porque había nacido en el campo y el resto de mis hermanos en una clínica. Hacía esa diferencia y hasta me mandaron a una escuela de monjas como para tener otra educación. Yo no quería ser la mapuche de la familia. Me sentía discriminada en mi propia casa.

 A los 20, 21 años ya trabajaba en los medios de comunicación, era la cronista del Canal de la provincia de Chubut, y me mandan a cubrir un evento en Cushamen, que es una zona mapuche por excelencia. Ahí escuché a las abuelas cantar, pero no podía identificar de qué garganta salía ese sonido, porque apenas abren la boca, pero sale con una fuerza increíble. Pasó algo en mí que despertó esa memoria que está latente en todos aquellos que venimos de algún pueblo originario. Y que, aunque no nos hagamos cargo, esa memoria, ese kimün, ese conocimiento, igual está en nosotros. Entonces, cuando yo las escuché, algo se despertó en mí y empecé a darle razón a mi mamá y decirle «sí, es verdad, soy mapuche». 

 

Y soy mapuche porque en mi familia se hablaba el mapudungun. Soy mapuche porque mi bisabuela era püñeñelchefe, era quien atendía los partos en las casas. Soy mapuche porque se levantaban ceremonias, porque se practicaba la espiritualidad, porque se tenían un montón de hábitos y prácticas que son inherentes a nuestra cultura. Yo no me puedo sentir argentina y no tengo nada en contra del país argentino. O sí. ¿Cómo puedo querer yo una bandera, si en nombre de esa bandera le quitaron el territorio a mi abuela? ¿Cómo puedo querer una bandera, si en nombre de esa bandera le cortaban los talones a mis hermanos, a mis ancestros y los llevaban a campos de concentración, como lo fue aquí mismo el Tigre o Valcheta? ¿Cómo puedo reivindicar una nación que me quitó el idioma y que, si a mi mamá o a mi abuela se les escapaba el mapudungun en la escuela, las obligaban a arrodillarse arriba de granos de maíz para que no se les escape nunca más? ¿Cómo puedo reivindicar yo esa bandera? ¿Con que amor? Si me quitaron todo, me quitaron la posibilidad de ser. Tuve que empezar a parecer: parecer blanca, parecer argentina. Entonces, llega un momento que es como el río que vuelve a su cauce, llega un momento que nuestro ser interno nos obliga a ser quienes somos, que tiene que ver también con encontrar nuestro equilibrio interno. Y cuando eso sucede, no podés reivindicar otra bandera, más que tu propio pueblo. 

 

J.M.: Recién decías cómo te sentías discriminada dentro de tu propia familia, que era tu mamá la que te decía que vos eras la única parte de la familia. Quiero decir, tu mamá, incluso una renegada de sus propias raíces ¿no? Debe haber tenido que ver, me imagino, con una generación que tenía todavía más dificultades para poder reconocer esas raíces con algún tipo de orgullo, de lo que estás vos ahora, incluso de lo que estará tu hijo o tus nietos, ¿no? 

 

 S.M.: Sí, mi mamá, como muchas personas que hoy tienen 60, 70 años, 5fueron protegidas por sus madres. Serían mis abuelas, bisabuelas, porque realmente era muy castigada la persona mapuche si se le escapaba el mapudungun en la escuela. Incluso, en la época de la dictadura, en muchas ceremonias a veces ni siquiera se prendía el pillan cutral, nuestro fuego de ceremonia, nuestro fuego sagrado, para que no se diera cuenta la policía y fuera a correr a todos porque estábamos ejerciendo nuestra práctica espiritual.    

Entonces, a ella le quedó ese miedo y por lo mismo ni siquiera quería recordar. Mi tía, con los años, se introdujo mucho al evangelismo y terminó haciéndose evangélica porque la necesidad espiritual está en todos, es inherente a los hombres y a las mujeres. Conversando con ella entró a su habitación y, cuando volvió, sacó su munolonko y su tupu de cuando ella tenía 6 o 7 años y era kalfumalén, era una de las niñas que se ocupaba de ayudar en las ceremonias.

              Entonces es algo que queda igual. Por un lado, el reniegue, porque la pasamos mal, porque la pasamos mal en la Conquista del Desierto, porque la pasamos mal en sucesivos desalojos y porque la seguimos pasando mal. Lamentablemente, las consecuencias de la conquista del desierto y del discurso simbólico y no tan simbólico racista que impera en el pueblo argentino, hace que los morochos y los que encima decidamos efectivamente andar con nuestra vestimenta, que también todo esto es parte de una protección, lo pasemos mal. Sobre todo, este último tiempo, porque nosotros como mapuches lo que más reivindicamos es la necesidad de recuperar los territorios. Y ahí nos estamos metiendo también en algunos lugares que lamentablemente después generan otro tipo de estigmatización.

 

J.M.: Sí, conflictos porque se meten con territorios que supuestamente tienen otros dueños. Digo supuestamente porque, claro, ahí es donde está justamente la tensión y el conflicto. Entre los derechos ancestrales de un pueblo que está en estas tierras hace mucho más tiempo y el que vino y pagó. Yo te escuchaba en una entrevista decir un dato que a mí me pareció escalofriante, que es que Benetton tiene, en la Patagonia, un territorio mayor al de las Islas Malvinas. Y nadie se preocupa por eso.

 

 S.M.: No solo eso, sino que además es subsidiado por las plantaciones de pino que tiene todo ese territorio. El estado argentino le paga por cada pino que plantea Benetton en nuestro territorio. 

La realidad es que el andar me permitió conocer las realidades de nuestros abuelos y el conocimiento ancestral. El andar me permitió entender que nosotros no perdimos todo, sino que está todo disgregado, que está todo desparramado. Entonces, el poder salir a recopilar canto en donde armé una Chevrolet 73, con una camioneta hicimos una casa y empezamos a andar por todas las comunidades de Chubut, Santa Cruz, Tierra del Fuego, me permitió entender que el kimün, el conocimiento, está. Está en la profundidad de la estepa, está en los caminos más alejados en la montaña. Y los abuelos estaban esperando a que lleguemos a escuchar sus historias. Ellos cuentan sus historias, por ejemplo, las de la Conquista del Desierto como si todavía estuviera pasando, lo que les pasó a sus abuelos, a sus bisabuelos. El andar me permitió reencontrarme con esa esencia, con eso que me decía mi mamá, reencontrarme con ese canto antiguo y darnos cuenta de que esa historia está disgregada pero no está del todo perdida. Y eso es lo que a nosotros nos fortalece.

 

 J.M.: Pero vos hiciste ahí un trabajo de reconstrucción, además, como lo decía cuando te presentaba, casi antropológico, aunque fueras parte de tu pueblo, porque llegaste también a un montón de comunidades, te encontraste con abuelas y abuelos que te fueron contando la historia y la historia mapuche se cuenta mucho a través del canto. Y acá también estamos para escucharte cantar un poco. ¿Cuáles son las historias con las que podrías empezar a contarnos un poquito esa historia de tu pueblo? 

 

S.M.: Hay muchas historias que tienen que ver con las historias propias de cada Lof, de cada comunidad o de cada familia.  Cada Lof es una comunidad que puede estar compuesta por una familia, o por muchas familias. Es un modo más antiguo de nombrarnos, porque comunidad ya es una palabra más agüincada, es como algo que engloba un grupo de personas, pero comunidades pueden haber de todo tipo. En cambio, cuando uno se refiere a un lof estamos hablando de algo exclusivamente mapuche. La historia, el relato, en nuestro idioma se dice epew. Significa reflejarse. Significa verse. Significa «casi me veo». Ep es casi. Pew, es verse. Tiene que ver con que uno se refleja en esa historia y que, depende de las circunstancias de la vida en la que yo me encuentre, puede que me identifiqué con el choique o me identifiqué con el zorro. 

 

 J.M.: Y uno puede estar en el lugar del zorro o en el lugar de ¿víctima?

 

 S.M.: Del antagonista, del choique, en este caso.

 

 J.M.: Y el choique ¿qué es lo que quiere decir? ¿qué es?

 

 S.M.: El choique es el ñandú. Por ejemplo, hay una epew, en donde siempre al zorro le costaba encontrarse con el choique, porque el choique sabe que se lo puede comer. Pero un día lo agarró distraído en una aguada. Y le dice: 

-Eh, compadre. La verdad es que ¡qué suerte que tengo de que nos encontremos hoy acá y que podamos conversar! porque yo te quería decir algo.

– ¿Qué? – le dice el choique 

– ¡Qué feas que tenés las patas! Mirá todas cuarteadas, todas secas. En cambio, yo ando con estas botitas.

– Bueno, es que yo corro mucho, ando para muchos lados, me gustaría tener unas botitas como las tuyas.

– Y si querés, yo te hago unas botas como las mías – le dice el zorro al choique. Entonces le contesta:

– ¿Cómo puede ser?  

– Mañana nos volvemos a encontrar acá, pero vos tenés que traer un cuero de vaca recién carneado. Y te hago las botitas. 

Entonces llegó el choique al otro día. Le lleva el cuero de vaca y el zorro le corta bien a medida y le pone las botitas al choique.

– Pero mirá qué bonito. Ahora sí, ahora la verdad es que te podés lucir con esas botitas. Ya no se te ven esas patas todas feas, secas, cuarteadas. 

Entonces se despiden y el choique empieza a caminar. Hacía mucho calor y, de a poquito, el sol va secando el cuero de las botitas del choique. Y el choique se dio cuenta que le dolían sus patas, intentó quitarse las botitas.

 

 J.M.: Es como tener zapatos nuevos. 

 

 S.M.: Pero zapatos nuevos que te empiezan a apretar y apretar y apretar, hasta que el choique no pudo caminar más y el zorro se lo comió. El zorro es un animal a los que casi siempre se les canta. «Dormite choique, que viene el zorro. Dormite choique o sino viene la víbora». Ese es un canto de cuna. 

 

 J.M.: Te iba a decir que estaba segura de que era para niños. Tengo una niñita de dos años y medio, es decir que hace dos años y medio que yo todas las noches canto y esto me obligó a aprender distintas nanas o canciones de cuna. Y una canta «duerme, negrito, que tu mamá está en el campo trabajando», duramente castigada, no le pagan y además viene el diablo blanco y le va a comer la patita. Y siempre, lo que me fui dando cuenta es que, en todas las culturas, las canciones de nana tienen algo de contar la propia desgracia y de la amenaza de algún zorro o el hombre de la bolsa. Y esto de duérmete de una vez.

 

 S.M.: Y no llores. 

 

 J.M.: Y no llores ¿El mapudungun también tiene sus nanas así?

 

 S.M.: Hay dos diferencias, el taïel, que después hablamos, y el üi kantun de hacer dormir, que es uno de los primeros modos de transmitir el kimün, el conocimiento a los pichikeche. Es el momento más íntimo entre la ñuque y su pichi domo o pichi wentru, su puñem. Porque dando la teta es cuando empezás a transmitir quiénes somos. Dando el moyo, no la teta. 

 

 J.M.: ¿Se dice así? ¿Dando moyo?

 

 S.M.: Sí, taiñ moyo. Y me pasó que una vez encontré una pillan kushe que vive en Jacobacci, que es la línea sur en Río Negro, que es una de las abuelas más poderosas y que más resistencia le están haciendo a la megaminería en esa zona. Y yo había encontrado en un libro de antropología la letra de esas nanas, de esos cantos de cuna, y le puse melodía. Cuando la pude ir a visitar diez años después se la canté. Y después ella me la cantó a mí y la cantó igual que yo. Y le digo: ¿usted lo hizo porque yo lo hice así? «No, porque así es». 

 

 J.M.: Qué increíble eso, ¿por qué pensás que pasó? 

 

S.M.: Porque una vez que se despierta nuestra memoria, pareciera que vamos ordenándonos, y los sonidos y las formas empiezan a surgir espontáneamente, solos, porque están en nosotros. 

 

 J.M.: ¿La podés cantar? 

 

 S.M.: (Canta) Dormite, dormite, porque tengo que ir a ver a las chivas, dormite. Pero dormite porque si no viene el zorro. No llores, no llores, dormite, dormirte pronto. Voy, veo a las chivas y vuelvo. 

 

 J.M.: ¿Ese «bee» son las chivas? me imaginé que eran ovejitas. ¿Esa nana es efectiva? porque si es efectiva te la voy a robar. Me emocionó mucho, porque con mi compañero, muchas veces, los dos cantábamos y me dice: «esta nena tiene que aprender a dormirse sola». Y le digo, ¿pero vos no te das cuenta de que en todas las culturas del universo existen las nanas? Es porque los y las bebes necesitan que le canten. 

 

 S.M.: Y porque también nosotros, como adultos y adultas, nos encontramos en un lugar de la ternura que si no es ahí, no la practicamos. Y es necesario retornar a la ternura, más en estos tiempos en donde todos somos duros, donde todos tenemos que estar ahí. También tenemos que ser tiernos y por eso están los niños y las niñas y los bebés, porque nos devuelven esa ternura, esa delicadeza. 

 

 J.M.: Vos dijiste que como a los 20 años habías encontrado tu origen, tu identidad, habías reconocido tu pertenencia al pueblo mapuche. Una vez que hiciste este reconocimiento, ¿cómo fue que empezaste a hacer ese recorrido, ese andar, como dijiste hace un rato? ¿Por dónde empezó? ¿En qué consistió? ¿Cuántas abuelas conociste? ¿Todo esto lo anotás? ¿Lo tenés en algún lugar?

 

 S.M.: Tengo diarios, sí. Las abuelas y a los abuelos, la mayor parte de ellos eran lonkos y pillan kushe. Yo tuve el privilegio de conocer muchos lonkos y pillan kushe, en todo lo que fueron los años del 2003 al 2006 y un poco antes también. En ese tiempo ellos tendrían por lo menos 80, 90 años y fueron los últimos lonkos y pillan kushe antiguos que levantaban ceremonia. Tuve la suerte, el privilegio de acompañarlos, de aprender, de escucharlos, de estar con ellos en silencio.

 

 J.M.: ¿Qué es un lonko?

 

 S.M.: Un lonko es una persona que dirige espiritualmente una comunidad. Y pillan kushe también. Y para mí fue un gran privilegio, porque de ellos aprendí lo que es la resistencia y lo que es el amor a la tierra. El amor y el respeto a todo lo que nos rodea. Los abuelos nos dicen, «no nos mandamos solos, todo tiene un dueño». Todo. Las plantas, el lawen, las plantas que curan, los árboles, los ríos, los menucos, las cascadas, la montaña, el bosque. Todo tiene un dueño y a ellos les pedimos permiso para atravesar. Y al ñanco, que es el pájaro de pecho blanco, le pedimos permiso y le pedimos que nos dé buen camino. Nosotros no estamos por encima de ningún elemento de la naturaleza. Nosotros somos parte de la naturaleza, y digo nosotros, todos los que estamos acá. No nos mandamos solos, todo tiene un dueño y todos somos parte de la tierra. No hay nadie aquí que esté por encima de la tierra, ni por encima de ningún elemento. 

 

 J.M.: El problema es cuando Benetton se cree el dueño. Acá estamos en Proyecto Ballena, que tiene como eje que atraviesa todo este proyecto, a la palabra tierra. Y pensaba en cómo la comunidad mapuche y los pueblos originarios tienen una relación con nuestro planeta y con la tierra absolutamente distinta a la del hombre blanco y el sistema capitalista. Una relación extractivista donde pareciera que no somos parte del planeta, sino que llegamos, extraemos todo lo que se puede, no se reparten los recursos naturales, se los quedan las élites. Y me parece que la relación que tiene el pueblo mapuche con esa tierra es absolutamente distinta de esta que tiene el hombre blanco y capitalista, como de una distancia. Porque ni siquiera digo una falta de respeto absoluta, incluso una distancia, como si no se sintiera parte. 

 

 S.M.: Fue estratégico, después de la llegada de Colón y todo lo que fue Latinoamérica hacia América del Norte en los fines del 1800, en donde empezaron a darse cuenta de todos los beneficios que podían obtener a partir de los desmontes y, por ende, que necesitaban una vía de tren para después llevarse todo lo que iban saqueando. Fue estratégico empezar a poner al hombre por encima de la tierra y llamar lo que muchos dicen ser biótico y abiótico. Como es un ser abiótico, no tiene vida, por lo tanto, podemos hacer lo que queramos con ella. Ya desde la escuela tenemos ese concepto, de entrada nos separamos de la tierra y nos sentimos por encima de ella. 

         Nuestros abuelos nos enseñan que eso no es así, que eso tiene graves consecuencias, que eso es un desequilibrio y que permitir ese desequilibrio en la naturaleza también va a generar un desequilibrio en las personas. Nosotros tenemos que estar atentos a ese orden. Ese orden implica que el lugar en donde yo vivo está en equilibrio para que yo también lo esté, y sea una retroalimentación. Es una comunicación y conexión con todos los elementos de la naturaleza. 

 

 J.M.: ¿Cómo están las generaciones que te preceden a vos respecto de sus propios orígenes, de su pueblo y de su relación obviamente con la tierra, que es de lo que estábamos hablando, respecto de tu propia generación y de las anteriores? 

 

 S.M.: Está sucediendo algo muy interesante, que tiene que ver que muchos weche wentru, ulcha domo, mujeres y hombres jóvenes se sienten llamados a la tierra, llamados a su identidad mucho antes con respecto a mi generación. Muchos jóvenes, mujeres y hombres, con 20 años, 30 años ya hablan un mapudungun fluido, que es lo que no le pasa a mi generación. Pero no solo eso, mi hija, que hoy tiene 10 años, creció en ceremonia. Ella, desde que toma moyo, participa de la ceremonia. Hoy por hoy ella es calfu malenlo que fue mi tía hace cincuenta años atrás.

     Entonces, es algo que nadie lo va a poder evitar. Ninguna militarización, ninguna represión, ninguna judicialización. Es algo que se está encausando. Nuestro pueblo está volviendo a su cauce. Entonces por más intentos, incluso, de generar en todas las tapas de los diarios, en todas las redes, en todos los medios de comunicación, de querer ponernos a nosotros en lugar de terroristas y de enemigos internos, nosotros no podemos ir en contra de nuestra propia esencia. 

       Antes de venir para acá vi las noticias y tomé dimensión de todo lo que se estaba diciendo de nosotros. Mientras tanto, asistiendo y respaldando la recuperación territorial de QuemquemtrewNo puedo perder el tiempo en escuchar, aunque hay que escuchar al enemigo, no puedo perder el tiempo en darle crédito y en escuchar absolutamente todo lo que se está desplegando en contra del pueblo mapuche. Porque, en realidad, son los mismos medios que están puestos por los mismos empresarios, que son los que además tienen todas esas especulaciones y proyecciones sobre esta cuestión extractivista.

 

 J.M.: Y los intereses sobre esas tierras en concreto también.

 

 S.M.: Hoy por hoy, el interés principal tiene que ver con el agua. Para poder avanzar con el petróleo, con la minería. Y por lo mismo es muy importante lograr una empatía en todas las organizaciones, sea cual sea la organización en la que uno participe o milite. Sea que tenga que ver con los medios de comunicación, con la trata, con la identidad de género, con un club de fútbol, con lo que sea, un partido político. Todos estamos atravesados por el mismo conflicto que tiene que ver con el agua. Y nadie está tomando una real conciencia. No digo, nadie, digo, somos muy pocos los que estamos tomando una real conciencia con este conflicto que es gravísimo. Y por lo mismo  no puedo dejar de volver a Quemquemtrew, hoy por hoy está militarizada toda aquella zona en el sur, en la Cuesta del Ternero y en el pueblo de El Bolsón. 

 

 J.M.: Hace algunas semanas, a partir de algunos incendios fue que los medios de comunicación empezaron a plantear que eran grupos terroristas mapuches. Entonces, la Gobernadora de Río Negro le pidió al gobierno nacional que por favor enviara fuerzas de seguridad de algún tipo para que la ayude con este conflicto. 

     Tampoco hay pruebas de que fueran pueblos mapuche los que hubieran prendido fuego alguno y, al mismo tiempo, es difícil pensar que un conflicto tan profundo pueda solucionarse, como decís vos, con la militarización o con más fuerzas de seguridad. ¿Por dónde pensás que tiene que ser el cauce de la resolución de estos conflictos? Porque más allá del lado que estemos respecto de lo que pensamos de a quién pertenecen estas tierras, es cierto que hay un conflicto. ¿Cómo pensás que hay que resolverlo? 

 

 S.M.: Hasta que no haya una voluntad política por parte del gobierno argentino, sea cual sea el color político que gobierne, hasta que no reconozcan el genocidio que el estado argentino ejerció sobre nuestro pueblo, no va a haber un cambio real. Nuestros territorios fueron despojados a fuerza de Remington, que en su momento intercambió el Estado argentino con los ingleses para poder sacarnos de una vez por todas de nuestros territorios. Por lo mismo es que después los ingleses tuvieron un comodato por cien años de todo lo que fue la Patagonia. Una vez que se terminó ese comodato, fue donde después apareció, por ejemplo, Benetton en la zona del sur. Hasta que el Estado argentino no se siente a dialogar y a reconocer la responsabilidad política genocida que tiene sobre nosotros, como pueblo, nunca va a cambiar. 

                 Por lo mismo necesitan acallarnos con esta forma estigmatizante y mediática, pero también con cuestiones jurídicas y represivas. En la Cuesta del Ternero, mataron en el año 96 a Lucinda Quintupuray. Ella fue una papai que vivía en su territorio y que, mientras tuvo abogada, nunca la pudieron desalojar. Cuando murió su abogada, no pasó ni un mes que ella apareció muerta, asesinada a los tiros en su casa. En la Cuesta del Ternero, el Estado rionegrino se maneja con impunidad hace treinta o cuarenta años, como si fueran patrones de estancia. Hay empresarios cataríes, empresarios belgas, empresarios ingleses como lo es Joe Ted Lewis, que hace más de treinta o cuarenta años que tienen intereses por sobre esa porción territorial y por sobre las nacientes de los ríos. Por lo mismo es que está la zona militarizada, porque la persona que se adjudica ese territorio, lo único que tiene es un permiso para plantar pinos. No es un ocupante fiscal, mucho menos un propietario fiscal y jamás en estos treinta años vivió en ese lugar. Sin embargo, el poder político, y vaya a saber a quién están encubriendo, es tan grande, que hace un mes que tienen la Ruta 6 cortada con las fuerzas del COER. Un mes que del otro lado tiene la Ruta 6 cortada con la policía de Río Negro. Y ahora, además, militarizado todo el pueblo de Bolsón. Porque casualmente se quemó un club andino, Piltriquitrón, que también es bancado por Lewis, que está en pleno centro de Bolsón, a una cuadra de la policía, a cinco cuadras de los bomberos y fuimos los mapuches.

 

 J.M.: Raro, ¿no?

 

 S.M.:  Sucede eso y ya estaban aquí en Buenos Aires el Intendente y la Gobernadora de Río Negro pidiendo más seguridad. No habían pasado ni 6 horas y ellos ya estaban acá en Buenos Aires. Me parece muy importante que si el ciudadano común no alcanza a dimensionar las consecuencias de un genocidio en un pueblo como es el pueblo mapuche, sí creo que alcanza a dimensionar lo que fue convivir con la militarización en la época de la dictadura. Ojalá desde acá se multipliquen muchas voces, porque no podemos permitir ni naturalizar la convivencia con los milicos en las calles. Y eso es lo que está pasando hoy en la zona de Bolsón y en la Cuesta del Ternero. Un niño de ocho años, en este momento, sale del acampe humanitario, integrante del lof, a la escuela, custodiado por la policía, como si fuera un terrorista. Y vuelve a salir de la escuela, custodiado por la policía para que no vuelva a su territorio, como si fuera un terrorista. ¿Qué terrorismo, qué daño puede hacer un niño de ocho años? Eso está pasando hoy. Y si no hacemos nada, estamos siendo cómplices. 

 

 J.M.: ¿La policía custodia a los niños que van a la escuela?

 

 S.M.: Los niños en general tienen que pasar por tres retenes de policía hasta llegar a la escuela. Los niños de la escuela de la Cuesta del Ternero, en este momento están viviendo en una zona de guerra. Hoy. Pero, además, un niño de esa escuela, para asegurarse Arabela Carreras, que ni él ni su madre van a volver al territorio, los custodia una camioneta de la policía hasta la escuela. Y cuando el niño sale, los vuelve a custodiar para que vuelvan al acampe humanitario. Porque ahí es donde ellos están viviendo en este momento. Estamos viviendo una zona de guerra. Y esto es grave. Porque si esto no se difunde, si esto lo naturalizamos, es aleccionador. Cualquier grupo humano que de ahora en adelante se oponga a cualquier emprendimiento extractivista, va a ser tratado como terrorista y va a tener la zona militarizada. Lo que yo estoy denunciando es grave. No me interesa victimizarme y, si me acabo de poner así es porque venimos de días de mucha angustia, venimos de días de tener que lidiar con la policía y de tener a más de diez hermanos mapuche en el monte treinta días sin comer una comida digna y sin dormir en un colchón. Ni a los presos se les quita esa posibilidad. 

 

 J.M.: ¿Quiénes son esos diez hermanos? 

 

 S.M.: Son los que se quedaron en Lof Quemquemtrew cuando intentaron el desalojo. Se fueron a resguardar de las balas, quedaron en el monte. El juez Calcaño sacó una medida cautelar en donde está prohibido ingresarles alimentos y comida. La Fiscal dice que si tienen hambre y frío que salgan. Y ellos dicen que no van a salir, que están dispuestos a dar la vida, como también ha sucedido en otros territorios. No es la primera vez que aparece un Rafael Nahuel o un Santiago Maldonado. Eso se dio a conocer porque Santiago Maldonado fue blanco, entonces todo un país se movilizó. Pero lo venimos padeciendo desde siempre. Los medios se ocupan de que eso no se difunda, de que esto no se conozca. Además de ser pillan kushe, de ser cantora, de ser actriz, también soy una mujer sensible y pongo el cuerpo, porque no estamos allí por un capricho, estamos allí por la necesidad de resguardar el territorio y por la necesidad de seguir proyectando nuestra vida políticamente, culturalmente, pero por sobre todas las cosas, espiritualmente. 

 

 J.M.: Soraya, en Chile también el conflicto está muy álgido en este preciso momento. Y yo sé que vos también tenés alguna relación con el pueblo tehuelche, sobre todo de ese lado de la cordillera, que el pueblo mapuche tiene una relación bastante íntima con el pueblo tehuelche. ¿Algo me podés contar sobre eso? 

 

 S.M.: Sí, nosotros somos mapuche-tehuelche. Hubo una mezcla en su momento, en donde también empezamos a tener, en algún momento de la historia, una convivencia. Principalmente cuando el ejército argentino nos empezó a acorralar hacia el sur. Uno de mis primeros espectáculos que hice fue la historia de Pañil, en donde hablaba de las plantas que curan y de un desalojo que hubo en el año 2002 a la familia Fermín en Vuelta del Río. Y se lo fui a compartir a ellos. 

 

 J.M.: ¿Dónde es Vuelta del Río?

 

 S.M.: Vuelta del Río está en la provincia de Chubut, muy cerquita de donde Benetton también desplegó sus pinos. Después que armamos ese espectáculo, donde los subimos a caballo y los llevamos a la casa de nuestros lamien y les contamos su propia historia hecha en títeres, armamos el espectáculo «La historia de Elal». Elal, para el pueblo tehuelche, es el creador de los tehuelches, y nos fuimos a Santa Cruz a buscar abuelos tehuelche, para que vean esta historia y que corroboren, nosotros sobre todo, si lo que estábamos contando estaba cercano a la verdad. 

     Hay muchas similitudes con otros seres de otros pueblos, también, como Alá. Para el pueblo tehuelche Elal es el creador de los tehuelches. Y encontré una abuela, Elina Peralta, que se crió en Toldo hasta los 14 años, hoy debe tener 80, al ladito del Lago Cardiel, en Santa Cruz. La encontré en Gobernador Gregores. Entonces, le cuento de Elal y le preguntó si alguna vez había escuchado la historia Elal. Me dice «ah, el Elal» como si estuviera hablando de un primo lejano. «Sí», me dice, «mi abuela Josefa Eman», y cuando me dijo Josefa Eman fue como ¿qué pasó? O sea, ¿cómo, no es Josefa Teman? No, es Josefa T-eman. 

 

 J.M.: Te estaba corrigiendo la pronunciación. Tehuelche, ¿el idioma no es el mismo que el mapudungun? ¿O hay similitudes?

 

 S.M.:  No hay ninguna similitud. Es casi gutural el idioma tehuelche.

 

 J.M.: ¿Y es una lengua que todavía se habla? 

 

 S.M.: Casi nada. Entonces ella me entregó el canto del Elal. Y fue para mí, como «gracias», o sea, me recorrí todo Santa Cruz que es la inmensidad, se te va la vista y más allá porque es piedra, es aire, es viento. Y Elal llegó, me entregaron el canto del Elal. Y cuando ella empezó a cantar, la sensación que me dio es como si dentro de ella se hubiera desplegado o abierto una gran cueva en su estómago y salió con una potencia que yo nunca la pude reproducir. 

 

 J.M.: ¿No te animas ahora? Total, no nos ve nadie. 

 

 S.M.: El canto del Elal. La traducción es «El camino del Elal” (Canta) 

 

 J.M.: Bravo. ¿Vos decís que sonó muy distinto a aquella abuela? 

 

 S.M.: La sensación que a mí me quedó cuando la escuché, sí. Igual era la primera vez que yo escuchaba en vivo y en directo cantar en Aonikenk, en Aonik aish.

 

 J.M.: ¿Y el canto de qué habla? 

 

 S.M.: Del camino del Elal. Fue el que entregó el fuego, fue el que dejó en la tierra a los tehuelches. Pidió que no se le rinda culto, pero que sí se tenían que ocupar de contar su historia. 

 

 J.M.: Un Dios no tan narcisista. Eso es novedoso, ¿no? Porque vos decías que el Elal tiene alguna similitud con Alá, pero la verdad es que si nos ponemos a pensar en todos los dioses son de lo más narcisistas.

 

 S.M.: Y machistas.

 

 J.M.: Sí, lo que más quieren es que se hable de ellos, que se les rinda culto. De hecho, algunos son unos sádicos realmente, porque si no me rinden todo el tributo que yo quiero, los mato a todos.

 

 S.M.: Claro, Elal era: tienen que hablar ustedes, los hombres, mis hijos, los tehuelches, les dejo toda esta tierra para habitar, el arco y la flecha para que tengan comida y abrigo. Y el fuego. Y enséñenles a mis hijos quién fui yo, pero no me idolatren». Eso fue lo que dijo Elal, según el pueblo tehuelche.

 

 J.M.: Hace un ratito me hablabas de cómo hay otros recopiladores de pueblos originarios de este territorio, que hacen un trabajo similar al tuyo, este trabajo de reconstrucción. Y que te habían mandado un canto wichi sobre semillas. Lo cual me parece particularmente hermoso, porque acá en el CCK, como parte del Proyecto Ballena, hay una muestra de semillas. En un centro cultural, que en alguna otra época se podría haber pensado que era solamente para artes plásticas, o esculturas, cuando se entendía que la cultura era solamente el arte, además, para las élites, acá hay una muestra de semillas. Y bueno, ¿vos tenés algo para contarnos de un canto wichi? 

 

 S.M.: Quiero decir algo. A mí me parece fantástico lo que está sucediendo acá, pero ojalá no sea exclusivamente por una cuestión de cupo, que hay que hablar de esto, entonces hablamos de la cuestión de género, hablamos de las semillas, hablamos de la tierra. Que sea real, porque si no es un «como si». Y que el gobierno argentino también se haga cargo de esto. Está habilitando este espacio, que es oficialista, que lo haga desde un lugar real, que deje de reprimir a aquellos que plantean la necesidad de la tierra para sembrar semillas reales y no transgénicos. Eso me parecía importante poder destacar. 

 

Y me parece maravilloso, porque las semillas, hoy por hoy, la mayoría son transgénicas. Y qué mejor que mantener nuestra soberanía alimentaria, pero que sea desde un lugar real. Caístulo es un señor wichi que se conecta con los árboles y con el viento en el Chaco salteño. Y él interpreta lo que el viento y los árboles están diciendo. Caístulo vive en el Chaco salteño. Hizo una canción que habla de las semillas: «Aquí están las semillas de los hombres. Por todos lados brotan. No sabemos del día en que van a brotar, yo no lo puedo decir, pero mi alma está ahí. De mis esfuerzos, que mi cielo me otorga, crece la vida en esta tierra» Él la canta en wichi, yo la pasé al mapudungun. (Canta) 

 

 J.M.: Yo lo que creo realmente es que este encuentro no tiene nada de hipócrita, pero sí que tiene una voluntad chiquita, dentro de un espacio que es bastante heterogéneo que es el Estado. Y además, llevado adelante por un gobierno que, como sabemos, es un frente con distintos espacios. Sí tiene una voluntad de empezar, por lo menos, a plantear debates. A partir de eso, veremos qué pasa. Hoy estamos viendo, por ejemplo, un proceso muy interesante de la constitucional chilena, presidida por Elisa Loncón.

 

 S.M.: Es una lamien.

 

 J.M.:  Yo no quería meterme con el mapudungun sin saber, pero es una lamien, que además preside. Y todo indica que la nueva Constitución de Chile va a reconocer a Chile como un Estado plurinacional y reconocer los derechos de los pueblos originarios. Después también puede ganar la extrema derecha, porque así también son las cosas. Así de complejo está el mundo en este momento, pero ¿cómo ves ese proceso de una constitucional presidida por una lamien?

 

 S.M.: Yo creo que también habla del newen de la lamien, de la preparación tanto profesional como espiritual. Creo que se pudo combinar. Y eso es lo interesante en nosotros y nosotras, que mientras más fuerza espiritual y práctica espiritual tengamos, cualquier cosa que querramos avanzar, aprender, estudiar, aunque no sea mapuche, aunque tenga que ver con algún tipo de profesión, si después la ponemos al servicio de nuestro pueblo, vamos a llegar donde tenemos que llegar. 

                  

Es muy interesante ese proceso, pero la realidad, que también tiene que ver con el avance de la derecha, no solo en Chile sino en muchas partes del mundo, es que más allá de eso, aun presidiendo ella esta posibilidad de una nueva Constitución, la Araucanía está viviendo un estado de excepción. Así como también lo está viviendo Ecuador. Y eso es grave. A nivel Latinoamérica, todo lo que va sucediendo, ya lo sabemos con el Plan Cóndor, todo lo que sucede rebota en el resto de los países. Entonces, en eso también tenemos que estar atentos. Es muy interesante, muy valeroso y mucho orgullo por esta lamien Loncón, pero al mismo tiempo con una alarma de lo que está sucediendo en este momento con el pueblo mapuche, y con respecto al Estado chileno, y el estado de excepción que se decretó hace unos diez días más o menos. Así que es complejo. 

 

               Pero la realidad es que, así como en Gulumapu, Chile, están pasando esas cosas, también está sucediendo aquí en Puelmapu, Argentina. Y por lo mismo es importante esto que planteás. Yo estoy re agradecida con esta posibilidad de estar acá y de haber conversado con vos, porque te he visto muchas veces en la tele y te considero una mujer muy inteligente. Y me encanta que podamos interpelar. A mí no me interesa atacar el nervio de nadie, pero sí que nos interpelemos, que profundicemos sobre lo que está sucediendo y que hay muchas formas de interpretar. Puede ser desde toda una arenga, y también desde una canción, también desde la ternura, también desde una acción directa, una acción concreta, desde un repudio, desde un comunicado, desde un pronunciamiento. Creo que todas las formas de lucha valen, si en esa forma hay un compromiso con defender principalmente la tierra, que es lo único que nos sostiene.  

Que todos vuelvan a sus rucas, a sus casas, sintiendo que de aquí se llevan una sensación nueva y agradable en sus corazones. Lo aprendí de Aimé Paine, que fue la primera cantora mapuche, que salió en plena época de la dictadura a visibilizar nuestro pueblo, es un canto de buena energía y de sanación, para cada uno y una de ustedes. Y si hay algún lugar donde haya algún tipo de aflicción, pues ahí que vaya el canto. (Canta)

 

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