Sacha Sawila

Taller de tejidos y entramados culturales

Sacha Sawila significa “aloe vera medicinal”. Es experta en cocina milenaria quechua, saberes de las plantas y soberanía alimentaria. Y una ferviente divulgadora de los conocimientos de sus ancestros: prácticas, tradiciones y espiritualidad andina.

Los tejidos son equilibradores de la comunidad y la cultura. Son la fuerza y sostén de la espiritualidad andina. Protegen los puntos energéticos de las personas. En este taller, Sacha Sawila explica la relación entre los tejidos y las mujeres dentro de la cultura andina, el rol de los tramados ancestrales y los múltiples usos de la hoja de coca.

LEÉ ESTA INTERVENCIÓN

Leer

 

SACHA SAWILA: Me anuncio, pido permiso y mis rogativas y mi agradecimiento al tiempo y espacio. El equipo de personas que están trabajando han podido ser tocadas por el Pachakutik porque nuestros abuelos nunca llegaron aquí. Nuestros ancestros de todo este continente ya han venido aquí, sabemos que muchas veces en la historia han venido, un mes durmieron aquí, sin comer, sin beber. Pero nosotros estamos recogiendo lo que ellos nos dejaron, esto. No sirven ahora, nos abren las puertas. Somos responsables de esto que dejamos ahora aquí. Creo en este momento, tomado de mi coquita, de mi pluma, yo me comprometo a dejar la semilla orgánica, a dejar mi palabra, lo que me dejaron mis ancestros desde hace 5529 años y más, lo que la Pacha me provee a mí, lo que me hace sentir. Este tramado, este tejido que le hemos llamado el encuentro. En realidad, era por comida que tenían que venir y no fue. Los abuelos, las abuelas, en estos tejidos vienen los códigos, viene la vida. Ahí están, que todos estos tiempos fueron negados, fueron pisoteados, fueron cortados, fueron para hacer moda. Pero yo vengo y nosotros, todos ustedes que están aquí, no es porque sí. 

 

Son ustedes los elegidos porque van a ser anunciados, tocados, sentidos, curados, amados por la Pacha, por los abuelos y las abuelas ahora, a partir de nuestra coca sagrada, a partir de nuestras plumas del Cóndor, a partir de nuestro símbolo sagrado, que es la wiphala. Nosotros hemos contenido la vida con los tejidos, con el tramado, acá están y eso aquí van a estar presentes. Con mi runasimi, quechua, de donde vengo, aquí convocamos a los abuelos, en este momento están, no solamente a partir de los tejidos, hace poquito se fue un abuelo que dejó mucha enseñanza, ahí está. El poncho sí lo reconocen, ahí está el bolso. Y después, nuestro hermano Carmelo Sardinas, ataúdes, pues tenemos. Los ponchos ancestrales que tiene el hermano que está aportando el abuelo. Tenemos otros ahí en las islas. Ellos aquí, en este momento, nos va a ceñir. Un poquito vamos a hablar. Igualmente es una descolonización esto. No va a ser un programa como  el que como siempre vemos, una estructura. Va a salir lo que tiene que salir, va a surgir lo que tiene que surgir y eso va a estar bien. 

 

Yo vengo de una comunidad donde no había un programa de esto. Era programa de la Pacha, del tiempo y espacio que nos pasaba. Espero ser entendible y para los que no me conocen mi nombre es Sacha Sawila, que quiere decir planta medicinal de Aloe Vera. Soy del Estado Plurinacional de Bolivia, soy quechua y hablo runasimi y hablo un poco de castellano. Y mi aprendizaje de estar aquí es por mi constante, por mi aceptación de mi cultura, por mi aceptación de mis raíces. Eso me hace diferente, para poder compartir con ustedes aquí. Considero que somos una semilla orgánica, porque nosotros venimos directamente extraídos de una generación de cientos, o no sé cuánto, de generaciones. Venimos transmitiendo una cadena que pasó por nuestras venas, que pasó por nuestras células, que pasó por nuestra cabeza, por nuestra boca, por nuestro corazón, por mis manos. Todo lo que se va a decir es porque nosotros lo hacemos o lo hago. Por lo menos aquí, en esta ciudad, hay veces que es difícil, pero se puede. Así que agradezco a cada uno de ustedes, que se comprometen en este momento este espacio que nos brinda. Estuvimos como un mes trabajando y trabajando para poder dar. Entonces cada uno seamos responsables de qué vamos a hacer con lo que miran, con lo que observan, con lo que sienten. Lleven esa semilla, cuídenla y reproduzcan. Es como una gotita de fuego, aliéntenlo en el camino que les toca porque si no, es todo un círculo vicioso que siempre venimos a aprendernos y no hacemos nada, no nos comprometemos con la vida. No les digo que nos comprometamos como lo hacíamos nosotros, hace sesenta años, sino el ahora y aquí, eso es lo que sirve. Tengamos conciencia de lo que alguien te ofrece. Aquí estamos. Nosotros con todo esto y yo lo hago con mucho cariño, lo dedico a mis mayores. Al Jana y Pacheco Kay Pacha, mi vida, Almunia y Pacha, que me da esta vida, esta fuerza, esta fortaleza y lo siento. Y quiero compartir con ustedes un poco de saberes ancestrales, los tramados tejidos. 

 

Y yo voy tejiendo este, aquí también hay hermanas. A medida que voy contando van a tejer, van a pushkarvan a hilar con las pushkas. Nosotros cuando hablamos también, en medio de una charla, las manos trabajan, las manos hilan. Por eso, nosotros somos ese tramado, traemos ese tramado, ese tejido, lo que ven todo aquí está hecho por las manos, es sintético. Así que siempre nosotros, cuando caminamos, más que todo las mujeres, las manos hacen lo que la boca habla. Eso es manejar la inteligencia divina, el sentir. Nos entrenan eso, que tus manos se entrenen, que ya tienen como táctiles, como receptores que son. Así que vamos a ver un poco cómo empezamos. Voy relatándolos. 

 

Yo voy pinchando a mi coquita, porque generalmente las abuelas, a pesar de que no soy abuela, vamos relatando con la coca. Bueno, aquí me dice «los tejidos y las mujeres». Bueno, aquí tengo a las abuelas, las mayores de mi comunidad que están ahí, que viven aquí. Les voy a contar anécdotas y vidas ciertas. Ellas han dejado de tejer. ¿Por qué? Porque cuando nosotros entramos por la frontera hace sesenta años, hace cuarenta años, en la frontera nosotros veníamos con esas ropas porque otra cosa no teníamos. Pero ¿qué pasaba? Nos decían en la frontera, a la Argentina no podés pasar con esa ropa. A la Argentina se va con una… nosotros chota le decíamos, hay que ir chota. Bueno, la chota era de vestido, de falda. Para nosotros eso es. Aquí creo que le llaman a otra cosa, en Bolivia se le dice chota a los que son de falda. ¿Que hacíamos? Venía alguien, un pariente, nos desvestíamos y nos poníamos ese famoso vestidito que comprábamos, una faldita. Nos poníamos y entrábamos por la frontera. Y esto tenía que volver a su lugar a Bolivia y nos decían en la frontera que no, en la Argentina eso no.

 

 ¿Qué hicieron las hermanas? Todos hemos venido a hacer una chacana. Yo desde pequeña, a dónde iba, me iba con mi cuñita, me iba con mi coquita. Y las hermanas que eran tan castigadas, más que yo, me dicen Olguita, me dicen el nombre cristiano: Olguita ¿vos por qué mantienes estas cosas? Ya no nos dejaron nunca. Entonces les digo, ya estamos en otros tiempos ahora, ellos no se dieron cuenta, porque viven en las comunidades de ahora en la provincia. Pero como yo tuve la oportunidad de caminar, de conocer, de hablar castellano y de poder estudiar un poquito y todo eso, entonces le digo: no, ahora podemos, hay una libertad. Pero se ve que tan adentro están lastimados y les costaba. Entonces, cuando una vez una de las hermanas dice: «Olguita, vení» a un rinconcito; me dice: «Olguita la vez pasada la verdad me has hecho antojar, me has hecho sentir, mira lo que tejí. Una uncuña como vos trajiste». Tanto miedo que tenemos, tanto miedo hubo, tanta represión. O sea, que ellas empezaron a tejer acá. Ahora tejen, tejen, tejen, se visten. Para mí esto de estar aquí es hacer volver a los abuelos que antes no los dejaron. En estos tiempos que cada uno va a empezar a florecer, va a empezar a sentir, la luz, la hermandad, el aire, la inclusión. Hasta puede, hasta decíamos, la patria grande, toda América, los Andes. Todo eso, es urgente que nos hermanemos. Y este espacio, quizás, nos está abriendo las puertas para que vengamos, yo no tengo una casa donde los puedes reunir. Pero este medio sí. 

 

Entonces, aprovechemos este espacio que estamos aquí. Pueden pisar sus coquitas, pueden hilar como las hermanas. Podemos observar todo su traje, todo lo que es el detalle, la ropa de los trajes de las hermanas. Está todo bordado, esto es de una parte que es de Potosí. Yo soy de un departamento de Potosí, mi comunidad es calcha. Pero ellas, como nos enseñaron a bajar toda la información, las medidas cósmicas, lo plantaron aquí, lo plasmaron en las mangas. Y que muchas veces no nos dicen a nosotros. Hay veces está tan adentro, no se dice, ¿por qué? por una protección. Pero también vieron que nosotros ya somos media gringada, somos como nos ponemos, dijeron: «no vale la pena», ellos creyeron que si te doy ¿qué vas a hacer? Como les dije hace rato: ¿qué haces con lo que te voy a dar? Si te estás vistiendo y estás hablando así.

     Cuando nos obligaban a ir a la escuela, las abuelas nos decían, a partir de hoy el primer enemigo vas a ser tú, porque en la escuela lo que nos enseñan es dejar de hablar quechua, dejar de vestirte eso. ¿Qué nos enseñan? ¿Qué modelo nos enseñan en el colegio? ¿En la Universidad? Destrucción. Destruir. Las culturas iniciáticas destruyen culturas. Destruyen una vida que hemos construido en miles y cientos de años. Entonces, a nosotros se nos dijo desde que entramos a la escuela ¿para qué te voy a decir? No, no sé nada. ¿Para qué voy a perder tiempo diciéndote? Y cosas así pasan, ¿no? Y aquí vamos a seguir. Hay que seguir pasando. Bueno, esto es un tramado que yo vengo también en Buenos Aires. Aquí fue en el jardín zoológico cuando con las hermanas estuvimos haciendo el killpana de las llamitas. Vemos un poco y después seguimos. 

Siempre estamos sentaditas. Conectadas. No sé si bien o mal, pero los hombres tienen que estar parados. El hombre puede pararse, porque es parado, dice, la mujer no, la mujer sentada, decía. ¿Vos ves? Ahí están en una reunión, están en una conversación, están en una ceremonia. Pero las mujeres están sentadas. No es invento mío, pero es una cosa que respeto. Y aquí es lo actual, lo antiguo y el presente. Tenemos aquí a mi derecha a una mujer que tiene como noventa años. Es una pariente mía. Esa es su ropa de todos los días, su ropa originaria de todos los días. Y aquí estamos en una ceremonia, son hermanas de la ciudad, hermanas que algunas están aquí. Estamos en una ceremonia de recibimiento de nombres. ¿Con quién hemos venido aquí, qué energía tengo, qué don, qué luz, qué magia tengo?

 

Y aquí justamente les quería contar algo. Yo me acuerdo cuando era chiquita, venían personas de la ciudad. Traían epis de ropa, casa por casa y nos decían: «pero esa ropa es sucia, es olorosa, es trabajo, mucho trabajo y es pesado, póngase esta pollerita». Una pollera, parate mamita a ver. «Ponete esta, mirá, es livianita, es baratita», nos decía. Nos ponía blusitas, y nos decía: “deme eso, yo te cambio por esto”. Espejitos de colores, otra vez sopa. Le hemos entregado toda la ropa, se lo llevaron y nos dejaron chotas. Chotas nos dejaron. Igualmente adentro nosotros tenemos. Por fuera podemos hacer, pero por dentro tenemos ética y valores que nos enseñaron. Estas son mis tías, mis primas. De la Comunidad de mis abuelos. Yo fui una vez solita, en la placita estaba observando la chacra, el cerro de mis abuelos y uno llega: «¿quién eres? ¿cómo te llamas? ¿la hija de quién eres?” No te reconocen por vos. La hija sí. Si yo digo Olga: “no sé, no te conozco, no sos nadie».  Ah, pero sí soy del Fernando Ortega, de mi Abuelito Lorenzo León. Ahí viene lo que dicen el comportamiento, la ética, los valores. Ay, tu abuela era una persona de bien, esto, el otro, «bienvenido, venga a mi casa», «Vení, ¿que necesitas?» Debe traer esa energía, esa sangre debe traer. En las comunidades siempre había una rectitud. Había valores éticos. Y ahí estamos con las polleras y nuestros tejidos están presentes.

 

Nosotros veíamos en fechas sagradas distintas celebraciones. Todos los chicos mirábamos a los mayores, pero cuando ya pasaba todo, todos los chicos y las chicas íbamos a vestirnos con hojas, con plumas de gallina, latitas que encontrábamos, palitos y nos íbamos a cantar y a bailar igual que los mayores. Y los niños van a aprender y van a bailar lo que han visto. Y aquí lo mismo, aquí están las niñas, hay veces en las escuelas ahora incentivan a que se vistan y que hagan, pero antes no. Antes, si yo hablaba en quechua me hacían agarrar piedras por veinte minutos, media hora, como castigo. Entonces no tenía que hablar. O si lo hablábamos nos mandaban no sé a dónde a trabajar. Pero ahora les dicen que se pongan la ropa. En Bolivia,  aquí, o en el mundo vamos a despertar con la esencia.

 

 Y aquí, la señora con la guagüita estaba en Tarija, cuando yo fui a comprar phasa.  La phasa se usa para limpiar los metales pesados, que ahora se están usando para las vacunas. Esta señora tenía un q’epi de phasaentonces me acerco para comprar y una señora que estaba delante del Banco de Justicia le dijo: «usted se tiene que ir rápido, no puede estar vendiendo aquí». Entonces, le dije que esperara porque estaba comprando. «No, pero se tiene que ir rápido». Yo lo compré y ella se fue, agarró todo y se fue. ¿A dónde puede ir a sentarse a vender esta medicina? Y le saqué la foto. Con su guagüita se fue y su marido atrás fue con otro q’epi. Y se ubicaron en otro lado y yo fui y estuve charlando ahí. Tengo estos recuerdos de las ciudades que muchas veces están así.

 

 ¿Ven esto? Hace doce, trece hemos hecho una base de ayllu de hombres y mujeres. Y estamos ahí haciendo un taller de cocina, con las hermanas que están sentadas aquí esparcidas. Y aquí, también, compartiendo mis saberes de medicina, de plantitas, en Córdoba. Recogiendo del piso que la gente pisa, lo que nadie mira. Solamente vemos la farmacia. Entonces yo voy a limpiar, desempolvo, lo levanto y lo lavo. Y le canto y lo miro. Y me habla, lo siento, lo palpo, lo toco y lo tomo y puedo invitarte. Porque eso es la verdadera medicina. Cuando una persona ingiere, lo toma, la esencia, la presencia de esa energía, el espíritu «a ver qué te hace» pues yo te puedo decir, esto es lo que pasa y no con libros. Entonces, toda la plantita que me llegue a mí pasa por mi cuerpo, pasa por mi mente, para mi corazón, la conexión. 

 

Seguimos pasando. Y ahí, bueno, son las riquezas de la Pacha que te da, que no necesitamos comprar plásticos, envases. No hace falta que vos te esmeres trayendo cosas que hacen mecánicamente. Tengo mis platos de repollo, tengo mis platos de la hoja de choclos a las que les puedo dar ese uso. No tengo que contaminar a la pacha. Y seguimos con los tejidos, los tejidos siempre son los que nos sirven de sostén. Sobre los tejidos siempre estamos nosotros sentados, sosteniendo la vida.  Todo eso que hay  aquí son productos de los altiplanos que son medicina pura, también tiene que ver mucho con elementos nuestros, vegetales, que sacamos de la naturaleza, que nos da la Pacha y nosotros aprovechamos este conocimiento. Aquí compartiendo el fermento más medicinal, antibiótico, la chicha. La chicha es la fuerza, el espíritu de nuestra América. Yo soy del centro genético del maíz, chichas, los chicheros. Es un Valle que da variedades de maíz, es la fuerza del maíz.

 

Sigamos. Acá tenemos tejidos de diferentes lugares, donde el diseño es pensado por las comunidades de sus ancestros, de sus ancestros. Depende del clima si es grueso o delgado. Los tejidos son como personas, como abuelos.  Nosotros los adoptamos como lo que nos cuida, nos alimenta, nos abriga, vamos, viajamos, los usamos de contenedores. Todo en los tejidos siempre está relacionado con los alimentos que cosecho, que puedo yo tejer.  

Dentro de una semana ya vamos a tener una fecha que es muy bonita, que una vez por año sucede para el planeta Tierra, el día que bajan nuestros ancestros. Bajan los espíritus, las almas, las energías, nuestros familiares. Cuando mueren se van, pero están ahí. El primer y segundo día de noviembre, nosotros ofrendamos en masa toda una producción para poder darles una mesa sagrada, para poder ofrecerles y tener una conversación, un contacto con ese espíritu que viene y deja un mensaje pura y exclusivamente a la familia. Por eso es necesario ese día, esperarlo con flores, con comidas.s. La cosa es sentir esa vibración que tenemos, esa fé que tenemos. Es magia eso. 

 

Me encantaría en este momento homenajear la hoja de coca. Tuve un llamado para compartir y que vean qué es la coca para nosotros. Así que nosotros hacemos un círculo de conexión, un círculo de amor, de hermandad, un círculo de coquita, de conexión. La hoja de coca, que ahora se manifestará. La hoja de coca puede estar con la presencia, nosotros podemos estar con la presencia de la hojita de coca. El círculo de la coca que haremos hombres y mujeres. La hoja de coca es el testigo, la hoja de coca es nuestra vida que nos dio la permanencia, nos dejó estar vivos hasta ahora. Si no era por la hoja, no existíamos nosotros. La hoja de coca como mi papá, me dice: «hijita, esta hoja sabe nuestra hambre, nuestro pensamiento. Esta hoja, sabe nuestra tristeza, nuestra caminar. La hoja de coca cuando una está triste y sola se habla con eso, se conecta». Desde este momento, si nos puede acercar con un mensaje que nos deja a los abuelos sobre la coca. Lo escuchamos. 

 

GUAMÁN HUILCA ORTEGA: Y nuestro Tata Inti dijo: guarden con amor sus hojas y, cuando sientan dolor en su corazón, hambre en su carne y oscuridad en su mente, llévenlas a su boca y con dulzura extraigan en su espíritu que es parte del mío. Obtendrán amor para su dolor, alimento para su cuerpo y luz para su mente. Observen el baile de estas hojas con el viento y obtendrán respuestas para sus preguntas. Pero si tu verdugo llegado del norte, el conquistador blanco, el buscador de oro la tocara, sólo encontraría en ella veneno para su cuerpo y locura para su mente. Porque su corazón está tan endurecido como su espada y su vestido de hierro. Y cuando la coca, que es así como la llamarás, intente ablandarlo, sólo logrará romperlo, como los cristales de hielo formados de las blancas nubes que destruyen las rocas y demuelen montañas. 

 

S.S.: Tanto han perseguido a la coca. Es perseguida como nuestros animales sagrados, es perseguida como nosotros, pero por una ignorancia del otro que no puede superar su mente loca. Nosotros tenemos miles de años. Estamos aquí lo más enterito posible. Y si pudieran entender todo este sistema, todo eso que vienen a demonizar, si pudieran un chiquito entender, se curaría el alma. Sabes, te curarías tu salud, tus huesos, todas las enfermedades modernas que ahora están. Es posible que la coca los neutralice, nos fortalezca y nos cure. Es la sanación. No solamente de la salud, sino del alma y del espíritu. Cuando hacemos este círculo con la hoja de coca, traemos la conexión de la hoja, el tocar, el sentir, el conectarse, la hermandad. Traemos la conexión, donde nosotros aprendemos a ser sinceros. Cuando tenemos la coquita hablamos dulce, hablamos en otro tono. Cuando tenemos la coquita, nos miramos a los ojos. La coca nos abre esas cosas que tenemos mal. Nos limpia. Con la coca, hablamos, nos contamos, tejemos tejido común. Con la coquita nos contamos nuestras cosas tristes también y eso es la sanación pura para nuestra almita, para nuestro ser. Y encontramos ahí la fortaleza y la fuerza.

 

 Cuando toco la uncuña en mi cuerpo o en mi alma pasa algo, se direcciona, se equilibra y pincho coquita, abre y cierra. Otra vez empiezo a ser yo. Abre espacios, abre energías, abre portales, cierra portales. La hoja de coca es para cada ocasión. Cuando nacemos, con la hojita de coca: «qué bien la niña nos nació, que viene el niño» con la coquita. El baile de la coca, la abuela dice: “Pachamama este niño ¿cómo se va a llamar? ¿qué espíritu traerá?» y lee. La coca te avisa, la coca es un puente para nosotros, más que todo. Pero en este momento la coca nos va a servir de alimento. Es el alimento del futuro. Porque la coca es limpia y así, como productos de nuestros antepasados, nuestros ancestros de todos nosotros aquí, la soberanía alimentaria tiene que estar en la medicina, en la alimentación, reconocer.  

 

Hay hermanas que venimos hace años caminando. Ojalá que todos los que están aquí podamos también hacer ese entramado como el tejido, con la hoja de coca de sanación, de medicina. La hoja de coca nos urge que aquí poner en su valor, no despectivamente, desvalorizándola. Seguimos después de quinientos años de oscuridad, de castigo, solamente la hoja de coca sabía de nuestros sufrimientos y nuestra hambre. Aquí estamos. Así que honro a la mamá coquita. A partir de la coca, honro a todo este espacio. Quiero darle la coca, la coca para nosotros es firmar, es abogado. Para el sistema, viste que bueno, si tenés que cumplir algo tenés que firmar y con abogados. Esto es más que un abogado, nosotros con un puñadito de hojas de coca entregamos nuestra palabra, entregamos nuestra fe, entregamos nuestro compromiso. Decretamos compromiso. Cumplir la ley. Cumplir con todo lo que se ordena en una comunidad. No necesitamos ni papeles ni firmar nada, con una hojita mirando a los ojos: «hermano, mañana venís a ayudarme». O «hermano, tú vas a hacer tal trabajo» Si te agarra la coca, si se agarró la coca, ya está. Ella nos recibió, ella fue una de las que nos recibió, nos acogió. Ella es representante de este espacio de Centro Cultural. Y honramos este espacio para que las puertas se abran a favor de la Pacha, a la cultura, a todo el que necesite reivindicar o visibilizar. Te convido mi coca, para que nos hermanemos con todo este sistema, para que se ablanden los corazones, para que el espíritu de nuestros ancestros pueda tocarnos con el manto y la coca, hermanita. Que así sea. Que así sea. 

 

Yo vengo de una comunidad donde aprendí solamente a responder a la Pachamama, el orden de las estaciones, de la manera de vivir. Y eso es lo que transmito o lo que puedo. Entonces, quisiera que se levanten después, puedan pasar por los tejidos, ver, tocar. Cuando tocas un tejido, será como abrazar a una persona. Porque cuando vos ves de lejos a una persona, te acercás a hablar, lo sentís, lo tocás. Es lo mismo. Los tejidos para nosotros son como una guagua. Es como un hijo, una hija que gestamos desde chiquita. A mí, cuando tenía seis años, las abuelas me inculcaron tejer en los cerros, en las montañas, pero no era mi esencia. A mí me encanta hilar, pero tejer no pude, cocinar, a mí me llamaba ir a las montañas a traer las medicinas y después cocinar cuando era pequeñita. Y esa era mi energía y esa es mi luz. Esa es mi magia. 

 

Pero esto no está separado, está todo entramado como los tejidos. Entonces, vamos a poder tocar los tejidos. Cierren los ojos, siéntanlos en silencio, porque hay veces que la palabra nos estorba. Sientan los tejidos que los hicieron no en un mes, sino que todo gestaron en su tejido. En el teñido, en que teníamos que ir a cuidar las ovejitas desde pequeñitos. Esquilar, teñirlo. Toda una historia de que después hilar dos o tres veces, teñidos con las plantas que tenemos. Después, los tenemos que hacer dormir. Nosotros decimos que tienen que descansar y dormir por tanto estrés que pasó el hilado del esquilado y de todo lo que este después tiene que entrar al tramado. Entonces, está tan estresado que tiene que descansar y dormir. Nosotros aquí hacemos descansar colgaditos bajo la ramadita y tienen que estacionarse como el vino. 

 

Y después recién, en un tiempo determinado, la luna vuelve otra vez a ser la conexión donde la mujer siempre va a ser desde acá. La conexión con la tierra, con los árboles, con cada elemento que tiene, es muy complejo. Donde las niñas aprenden desde pequeñitas, donde las abuelas nos hacen unas cositas chiquititas para que entrenemos jugando, de lo más simple. A veces las abuelas tenían que ser rígidas, pero también era un secreto, cuando ella te daba, te está dando su energía, no era en vano. Entonces a veces pedías más también. Cuando alguien te toca, te da, te está pasando lo que es malo o bueno. Por eso las madres te dicen que las manos no deben pegar, las manos no están para pegar, no están para castigar, ni violentar. Había otra cosa para direccionar. Pero teníamos nosotras que entrenarnos a hilar, a tejer. Es así que van a pasar un poco a mirar, a observar.

 

Y después hay otra cosa también muy interesante, bonita, que nos va a pasar. Cuando la coca cae también tiene un mensaje. El lenguaje de la coca nos dice que nos va a ir bien, eso es lo que nos enseñan. Estos tejidos son de diferentes lugares de Bolivia, de mi comunidad y de otros. Están hechos a mano, están tejidos, están teñidos con todo lo que es. Están guardados celosamente, muy cuidados, porque aquí la polilla enseguida, no come, ni pica, sino que lame. También están presentes diferentes cositas. Un poquito de música tranquilita.

   Podemos hacer un círculo tomados de la mano. Vamos a hacer un abrazo a las abuelas y a los abuelos, que trae una melodía que justo para ahora, para que este mes la siembra, la lluvia, que trae un hermano de una comunidad, Angel Subelza, lo invito a que pueda pasar aquí. Trae una tarka sanata dedicada a la lluvia, a la siembra y dedicada a estos espacios a los que hemos venido. Por favor, pueden pasar por aquí que va a regalar una melodía, que va a regalar también el de mis abuelos, de mis hijos, tiene que ver ese legado que llevan de ellos. Los Willkas, que traen esta melodía de su comunidad. 

 

ANGEL SUBELZA: Hacemos escuchar una melodía, como en este tiempo, allá en los pagos se está sembrando. Se llama el Wake, se siembra todo natural con yunta de bueyes y demás, con todas las costumbres. Y una vez que se termina de sembrar, se comparte en familia y también se baila. Y entonces ese bailecito lo vamos a hacer escuchar, que su nombre titula “El Chumili el wake”. 

 

S.S.: Ahora vamos a hacer un cierre todos con el Cóndor Andino. Es el mensajero, el ave sagrada de nosotros, que nos da el despertar con las plumas. Con el vuelo más alto cósmico que trae el mensaje de arriba. Hace cuatro años yo recibí del cóndor, me dio un viaje que llevar a Australia, porque el llamado del animal sagrado del agua del mar son las ballenas, entonces yo llevé al espíritu del cóndor para que hagan esa conversatoria, para que sucedan cosas.  Es conectarlo, es pensar. 

 Ojalá que nos llevemos esta sanación, es honrar, empezar a hacer caminar el espíritu, la energía que nos merecemos. La Pachamama nos ha podido abrazar, nos ha podido derramar como dicen, bendiciones, alegrías, salud. Nos ha dado sabiduría. Ustedes piensen y crean que llega en el caminar, tu sentir en el sueño, en el comer, en el agarrar una planta en la tierra, el aire, el sol, la mama cocha al Tata Inti, la mama quilla, las plantas sagradas, la madre coca. Y más otras medicinas que nosotros debemos honrar. Otra cosa no, porque es lo único que nosotros tenemos. Eso es lo que nos da la vida.

 

Gracias a este espacio, esta energía que hay acá, que nos abrió y será que aquí nosotros lograremos seguir diseminando semillas, dando mensajes, palabras, música, traer las plumas, traer la medicina y los tejidos. Ahora todos somos una nueva humanidad. El del campo, el de la ciudad, el intelectual, en lo que practica diferente, a todos nos urge hermanarnos. Ya no tenemos tiempo de seguir de religiones ni poderes económicos ni sociales. No tenemos tiempo, se nos viene encima. ¿Por qué crees que la Pacha esto abrió? Está actuando, entonces hay que escuchar y obedecer. Nos ofrecerá alguna melodía contento y feliz. Nos iremos, saldremos bailando. Así que gracias, a los abuelos, a las abuelas, a los músicos y a cada uno de ustedes que hizo posible que pueda hacer esto. Pueden irse con el aire. 

Etiquetas:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *