¿Por qué leer a Silvia Rivera Cusicanqui?

La recuperación de la episteme indígena

Las ideas de Silvia Rivera Cusicanqui irrumpen en los debates actuales en torno al feminismo, el post-antrocentrismo, el continuum naturaleza/cultura o el cambio climático y el extractivismo sin aceptar las coordenadas trazadas por academias del norte global ni reducir las filosofías amerindias a cosmologías “exóticas”.

Por Colectiva Materia

En sus libros Sociología de la imagen (2015) y Un mundo ch’ixi es posible (2018), Rivera Cusicanqui ofrece una teoría poscolonial de la imagen y una teoría ontológico-política de lo indiferenciado que conjuga los opuestos de una manera no dialéctica. Sus ideas, recogidas muchas de ellas en la oralidad de sus conferencias y sus conversaciones, irrumpen en los debates actuales en torno al feminismo, el post-antrocentrismo, el continuum naturaleza/cultura o el cambio climático y el extractivismo sin aceptar las coordenadas trazadas por academias del norte global ni reducir las filosofías amerindias a cosmologías perimidas o exóticas. La liberación asumida por los proyectos emancipatorios latinoamericanos mantiene aún la deuda con otras formas de pensarnos libres extrañas a las lógicas modernas de la libertad de los pueblos (humanos) y los individuos. La noción de lo ch’ixi, que obedece a la idea aymara de algo que es y no es a la vez, nos invita a entrar desde nuevas perspectivas a los múltiples mundos que habitan este mundo.

Lo ch’ixi da cuenta de una ontología, una epistemología y una política como prácticas descolonizadoras que se proponen en relación agonística (pero no antagónica) con la ontología, epistemología y política occidentales. Se trata de una nueva manera de concebir la relación de lo uno y lo múltiple, el viejo problema ontológico, desde una perspectiva que no reponga el binarismo sino que piense la relación entre ambos: la determinada manera de ser y saber de lo uno en lo múltiple y de lo múltiple en lo uno. Aunque a simple vista lo ch’ixi, lo gris, podría presentarse como una unidad homogénea, de cerca vemos que está hecho de puntos de color puro y agónico: manchas blanchas y manchas negras entreveradas y en lucha. Lo ch’ixi está hecho de lo múltiple que es a la vez uno y múltiple. Las entidades ch’ixi son indeterminadas, ni blancas ni negras, son ambas cosas a la vez, sin superación dialéctica posible. 

 

Es por ello que la propuesta de Rivera Cusicanqui se aleja de las lógicas de la modernidad filosófica sostenidas en las conceptualizaciones del sujeto y el individuo, pues aquí no hay sujetos constituidos ni seres o entidades fijos, sino siempre devenires en relación de todo con todo. Y esto, lejos de una abstracción conceptual, tiene su resonancia en las cuestiones políticas más acuciantes para el sur global. Contra la idea de un mestizaje descolonizado, una mera “fusión de razas” sin memoria ni compromiso con el pasado, como el “mestizo oficial” boliviano de la tercera república, la identidad ch’ixi es siempre un múltiple en tensión, que guarda dos cosas a la vez, que pertenece a varios mundos y que atraviesa muchas fronteras. Lo ch’ixi es a la vez moderno y ancestral en una relación que no es de “fundición” entre la tradición y lo moderno, sino, como sostenía Benjamin, de montaje. Una relación donde la memoria colectiva es una serie de montajes que se van construyendo en el fluir y refluir de las luchas que se despliegan para propiciar la búsqueda de justicia. 

Es entonces que también en términos epistemológicos, se hace necesario retomar el paradigma de pensamiento indígena, que nuestra autora piensa en relación al mundo andino y las micropolíticas situadas en el territorio boliviano, aunque con el uso de la palabra “mundo” en el título del libro de 2018 deja abierta la posibilidad de pensar una modificación más general de los saberes epistémicos dominantes que en la actualidad están en crisis. La recuperación de la episteme indígena no significa una defensa de lo “originario”, que considera un concepto errado en la medida en que niega la condición real de mayoría de los indios cuya lucha queda reducida a la pelea por el reconocimiento de derechos identitarios de las así llamadas minorías. Ni tampoco significa una lucha a muerte con toda otra episteme: no estamos ante la dialéctica hegeliana del amo y el esclavo y su dispositivo antropogénico de la pelea por el reconocimiento, orientado a la eliminación de la identidad opuesta. 

Como muchas feministas, Rivera Cusicanqui no reconoce en el paradigma hegeliano de la libertad antropogenética un modelo posible para la libertad ch’ixi. Entre epistemes rivales la relación que plantea la práctica poscolonial de lo ch’ixi es la del agón, la contienda, o competencia en la que los rivales se “sacan chispas”, chispas que pueden, además de fuego, producir luz y calor.

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