Libertad de mercado y de supermercado

LA SOBERANÍA ALIMENTARIA, ¿CON QUÉ SE COME?

Entrevista a Kita Gorbán por Dolores Curia

Lo que se presenta como libre albedrío ante una góndola llena de colores no es más que el condimento publicitario de un sistema que tiene como síntoma la comida ultra procesada y la malnutrición. Y como basamento, un modo de producir, distribuir y consumir que nos corona como la especie con la capacidad de destruirlo todo. Pero, como asegura en esta entrevista Miryam “Kita” Kurganoff Gorbán, existen alternativas para pensar el alimento, ya no como mercancía sino como “un bien y un derecho”. Con 90 años -71 como nutricionista- Kita, un nombre clave en la Argentina a la hora de hablar de soberanía alimentaria, milita “con marco teórico” desde los tiempos del menemismo, cuando entró en contacto con la organización Vía Campesina. Fue pionera, ya desde la década del 30, en hablar de los vínculos entre lo que ponemos en la mesa, la macroeconomía y los sistemas de producción. 

Doctora Honoris Causa por la Universidad Nacional de Rosario y la Universidad de Buenos Aires, en 2003, Kita le dio vida a la primera Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria, que luego se convirtió en modelo para otras 36 universidades que abordan el tema. Desde allí, docentes, estudiantes, profesionales de la salud y de las humanidades se dedican a pensar las conexiones entre nutrición y justicia social y “analizan las formas en las que nos alimentamos en Latinoamérica desde diversas perspectivas, convencidos de que se trata de un tema que está en el centro de la vida humana”. 

Apenas se recibió, trabajó junto a Ramón Carrillo, el primer Ministro de Salud de la Argentina. Carrillo le encargó a Kita el armado de un plan de alimentación para todos los hospitales del país. A fines de los 50 fue convocada por el Sanatorio Güemes para encargarse de todas las comidas tanto de quienes se trataban en el hospital como de los tres mil empleados que trabajaban allí. Y en los 70, también en el Güemes, trabajó junto a René Favaloro como Directora del Departamento de Alimentación. 

Hoy, Kita es una de las voces que más ha militado el proyecto de Ley de Etiquetado Frontal, que plantea indicar en los envases de los alimentos ultraprocesados los excesos de azúcar, de sal, de grasas, y de otras sustancias mediante un dibujo de octógonos que hasta un niño que no sabe leer ni escribir puede entender. Kita forma parte de la Federación Argentina de Graduados de Nutrición, una de entidades que participó en la redacción del proyecto y desde que se recibió de nutricionista, a los 19 años -a los 15 ya era maestra- viene pregonando políticas públicas que provean información clara para entender qué comemos. 

Entre otros puntos, el texto del proyecto prohíbe que los alimentos y bebidas contengan algún sello o logo con supuestos avales de sociedades científicas o asociaciones. Impide también cualquier forma de publicidad dirigida a niños y niñas cuando se trate de productos con al menos un sello de advertencia. Y también prohíbe que las marcas usen anzuelos de marketing, como personajes, dibujitos, celebridades o la figura de deportistas, y también que prometan premios a cambio de consumirlos.

arketing, como personajes, dibujitos, celebridades o la figura de deportistas, y también que prometan premios a cambio de consumirlos.

“La mala alimentación y la malnutrición son la principal causa de enfermedades no transmisibles y hoy representan la mayor causa de muerte en la Argentina” ha dicho alguna vez. ¿Cuál es la diferencia entre mala alimentación y malnutrición?

-Cuando hablamos de mala alimentación estamos hablando de la escasez de alimentos, cuando hablamos de mala nutrición, hablamos de que la cantidad de alimento puede ser suficiente en cantidad pero no en la calidad. Ese exceso es dañino sobre todo cuando se trata de lo que llamamos ultraprocesados, que son los altamente industrializados. Las galletitas, gaseosas, empaquetados en general. Te hacen pensar que “ya comiste”. Y comiste… pero te falta el hierro, las vitaminas y los minerales que vienen con los alimentos frescos. Lo ideal es consumir cinco porciones de verduras y frutas frescas por día. Cuesta hacer ver que la alimentación es un tema político más que de gusto personal. En el colegio los chicos mal nutridos no aprenden, las personas mal nutridas no pueden trabajar bien.

¿Por qué es tan importante que prospere el proyecto de Ley de Etiquetado Frontal?

-El derecho a la alimentación no es solamente a tener acceso a los alimentos en sí, sino también a saber qué nos llevamos a la boca. Sobre todo en los últimos años, se está dando el aumento de las enfermedades crónicas no transmisibles que son: diabetes, obesidad, etc., que hacen que empecemos a pensar ¿qué es lo que comemos? Hay una encuesta que dice que en este país 7 de cada 10 adultos y 4 de cada 10 niños en edad escolar están mal nutridos. Entonces no es un problema que lo resuelvo yo sola, aconsejando, sino que lo tenemos que resolver por medio de políticas públicas. La ley de etiquetado hace que con una serie de imágenes se alerte: “Cuidado, éste paquete tan vistoso tiene exceso de azúcar”. Agarrás unas galletitas y te alerta “exceso de sal”. Los alimentos frescos no tienen etiquetas, no las necesitan. Solamente con la imagen la persona va a saber si ese alimento es conveniente o no. Incluso si es analfabeto. Está orientada a toda la población, es una ley de utilidad pública.

Se habla mucho del lobby de la industria alimenticia para trabar estas discusiones…

-Las grandes empresas corcovean y dicen que no se van a poder adaptar, lo cual es mentira. Las empresas tienen que respetar las normas de salud, y a las normas las manejan las instituciones públicas. Son las leyes de salud que defienden el derecho del ciudadano. Las instituciones nos tienen que proteger, no el mercado. Ellos protestan, pero resulta que por otro lado la UADE ha hecho un estudio muy interesante de lo que llaman “Fraude alimentario”, Es esto que hacen las empresas, que no informan debidamente el contenido de los productos. Por ahí dice “miel pura de abejas” y resulta que era azúcar de glucosa. Nada que ver. O por ahí te dicen “queso rallado”. Pero te están dando “sémola enriquecida con extracto de queso”.

¿Por qué dicen las empresas que se van a fundir con el Etiquetado Frontal?

-Tanto en Chile, como en México, como en Uruguay tienen leyes similares. Las empresas se han adaptado y no ha habido ninguna tragedia, ni catástrofe, ni nada por el estilo. Hay que adecuarse y dejar de llorar. En esos países este tipo de legislación ya está en práctica y no se fundió nadie pero sí se redujo la pandemia de la malnutrición. Me hacen acordar a Philip Morris con su campaña pro tabaco en Uruguay.  Philip Morris se atrevió a hacerle un juicio a un estado soberano… El Estado pretendía regular el consumo de tabaco para proteger a la población de nada menos que el cáncer. Y la tabacalera perdió el juicio. Pero mientras tanto lo que hizo fue comprar empresas alimenticias. Ya sabemos que a los huevos los ponen en distintas canastas, nunca se van a fundir…

¿Qué es para usted la soberanía alimentaria?

-Es la autosuficiencia alimentaria de un pueblo, de una Nación, de una región. Es resolver la alimentación del pueblo en función de las condiciones políticas, económicas, climáticas. Debo encarar los problemas de transporte, de abastecimiento, para hacer que esto que se produce acá pueda llegar a Salta, o a la Patagonia. También soberanía alimentaria es algo que estamos hace muchos años diciendo que hay que hacer a nivel micro: Municipio por Municipio, pueblo por pueblo, lugar por lugar. Es hacer una planificación y decir “en esta región necesito un tambo, no puede ser que toda la leche del país salga de, por ejemplo, General Rodríguez”. Este es un país que ha perdido su Marina Mercante y sus ferrocarriles. Todo se transporta por vía terrestre. No sólo estás contaminando, sino que al mismo tiempo los alimentos se trasportan por miles de kilómetros y en el camino se desperdicia la mitad, se pierde frescura y calidad. Si te mando toneladas de tomates de Jujuy a Tierra del Fuego, lo que llega es cualquier cosa.

¿Son estas distancias las que influyen en que sea tan caro comer en Argentina?

-Sí. La logística por el abastecimiento en estas condiciones hace que los alimentos sean mucho más caros. Si al tomate lo tengo que traer desde Corrientes… el precio no va a ser el mismo que si vivo en una ciudad rodeada de quintas. Claro que no es el único factor. Yo vivo en Lomas de Zamora que tiene cerca de 700 mil habitantes: necesita abastecerse con comercios y producción de cercanía. En lugar de estar rodeados de countries deberíamos estar rodeados de quintas de verdura. En Lomas de a poco se están inaugurando muchas huertas, es cierto, pero estamos lejos.

Muchas personas asocian la soberanía alimentaria solamente a la agroecología…

-Son dos cosas diferentes pero están relacionadas. A nivel internacional, se está hablando de que la pandemia que estamos sufriendo es resultado del modelo productivo. Un modelo que produce con monocultivos, que produce en extensión y con veneno. Tenemos que ir transitando hacia un modelo más lógico, más razonable, basado en la agroecología. Se puede y se debe producir sin veneno. Tenemos que cambiar el modelo. Lo de la pandemia hace 20 años que lo estamos denunciando quienes trabajamos desde la soberanía alimentaria. ¿No te acordás de la gripe porcina, la gripe aviar? Los animales se crían amontonados, se los cría con antibióticos, es decir, produce un círculo nefasto en el proceso de cría. 

¿Pero es compatible el modo de producción agroecológico con producir a gran escala, para todo un país?

-Sí, señora, ya lo estamos demostrando. Ya hay varias experiencias en el país. La Unión de Trabajadores de la Tierra está trabajando de modo agroecológico. Naturaleza viva, en Reconquista, y Vía Alimentaria están planteando multiplicarse. De paso vamos a descongestionar estas grandes metrópolis. Y vamos a generar trabajo, y chacras y quintas para producir de modo sano. Para no volver a repetir errores, estos son los cambios que hay que producir, por eso son transformaciones estructurales y de fondo, no se resuelve con distanciamiento y tapabocas solamente. Hay que resolver el abastecimiento para un país tan extenso, hay que multiplicar y ampliar los ferrocarriles, hay que producir en cercanía. Los partidos políticos casi no hablan del tema alimentario. Hay un tema central: la gente que produce alimento no tiene acceso a la tierra. La UTT ha presentado proyectos de ley para conseguir el acceso a la tierra. Tenemos que darle nuestro apoyo a ese proyecto para eso salga. No es que le vamos a salir a expropiar nada a nadie: hay tierras ociosas que abandonaron los militares, tierras municipales sin uso. No es una utopía, empecemos por ahí que no le vamos a tocar el bolsillo a nadie. 

Hasta ahora hablamos de problemas estructurales, ¿pero qué se puede hacer mientras tanto?

-Lo principal es dejar de ir a los supermercados, de comprar alimento altamente industrializado, comer más alimento fresco. Necesitamos regular la publicidad, necesitamos un spot de Salud que nos diga que con la tarjeta alimentar aprovechemos a consumir más alimentos frescos: más verdura, más fruta. El cambio de modelo de consumo es para ya. Ideas de ese estilo tienen que venir desde políticas públicas. Tienen que desaparecer los kioscos escolares y reaparecer los bebederos en las escuelas. ¿Sabías que somos el país con mayor consumo de gaseosas en el mundo, y el tercero en consumo de galletitas? La gaseosa cuando yo era chica era para los domingos. En la mesa tiene que haber agua. Ya hay una Ley de la Jarra en Rosario. Obliga al restaurante a ponerte la jarra de agua gratis, así no tenés que pedir botellas de plástico, que encima contaminan. Algo que pocos saben: el gran negocio del agua envasada genera más dinero que el de la gaseosa, y esto es posible porque la gente no sabe que el agua corriente que nosotros tenemos es de excelente calidad.

 

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