Jóvenes por el clima

Crisis ambiental y dominación social

La soberanía, el cuidado del medio ambiente y la construcción de poder popular son objetivos que se entrelazan en los discursos de Bruno Rodríguez y Mercedes Pombo. En esta charla, los activistas de Jóvenes por el Clima analizan cómo la disputa por sus recursos naturales desembocan en el deterioro de las democracias latinoamericanas y piensan los puntos de contacto entre la crisis ambiental y la desigualdad social en nuestros territorios.


BIOGRAFÍA

Jóvenes por el Clima es la versión argentina del movimiento «Fridays for Future» gestado por la activista medioambiental sueca Greta Thunberg. Se treta de un movimiento juvenil latinoamericanista, popular e interseccional.


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La crisis climática y ecológica trae un desafío muy interesante a los movimientos populares, a los movimientos socioambientales en cuanto a la construcción de un proyecto de país en la categoría soberana al aspecto ambiental. ¿Cuál es la relación entre la cuestión ambiental y la cuestión social? Bruno Rodríguez y Mercedes Pombo son integrantes de Jóvenes por Clima.

MERCEDES POMBO: 

Lo ambiental es indisociable de las problemáticas sociales, muchas veces se lo aborda como una cuestión secundaria o está esa concepción de que es un lujo,  algo disociado a otras problemáticas. Pero no solamente es transversal a todas y todos porque nadie se puede disociar de su entorno, sino que es un factor que profundiza todas las desigualdades preexistentes: son los sectores populares los expulsados a esas zonas con una menor calidad de vida. Y fundamentalmente, los sectores de la economía popular, que por sus mismas prácticas productivas son resilientes con respecto al cambio climático, son los sectores que paradójicamente van a sufrir más, y que ya están sufriendo en el presente las consecuencias del cambio climático; mientras los sectores que históricamente más aportaron para traernos a la situación en la que estamos hoy, incluyendo esta pandemia, son quienes más herramientas tienen y van a tener a la hora de enfrentarse a estas consecuencias. Y también todo lo que implica estar en un contexto latinoamericano, y ser un país latinoamericano, entendiendo que estas desigualdades se replican a nivel internacional.

BRUNO RODRIGUEZ:. Nuestros territorios no pueden ser zonas de sacrificio para beneficiar a los países del norte global. En ese sentido, me parece que como países del sur global, como países latinoamericanos, vamos a tener que abordar el cambio climático como un factor muy importante a tener en cuenta en materia de derechos humanos, de soberanía y justicia social.

J.M: Bruno, vos tuviste la oportunidad, además, de ir a presentar tu posición, obviamente en representación de tus compañeres, en las instancias internacionales, si querés, más importantes donde se debaten este tipo de cosas, estamos hablando de Naciones Unidas. Vos ahí fuiste a representar a Argentina, pero me interesó mucho una posición que te escuché más de una vez, que es que en realidad te sentís, y se sienten, latinoamericanos. Como que la patria es un poquito la patria grande, sobre todo en esta materia, cuando discutimos ambientalismo, que es una discusión que es necesariamente, además, internacional.

B.R: Totalmente, en ese sentido la perspectiva identitaria de formar parte de una generación que mundialmente se organizó para luchar contra esta problemática tan urgente, de una manera en la cual no solamente se habla de la necesidad de modificar nuestros hábitos de consumo y de librar una batalla cultural contra los patrones de descarte, sino que, en definitiva, coloca la política como una herramienta central para transformar socialmente la realidad. En ese sentido, percibirnos e identificarnos como latinoamericanos genera un valor agregado muy importante por el contexto histórico en el que estamos sumergidos como región. Somos la región de los cinco siglos de saqueo. Somos la región que vio sus bienes naturales comunes ser completamente vapuleados en los procesos históricos del colonialismo. Por lo tanto, en ese sentido, el ambientalismo necesariamente tiene que formar parte de las filas de la militancia popular, porque ya de por sí, en términos históricos, lo hizo. 

B.R: Muchas veces se instaló, a lo largo del tiempo, una dicotomía que opone falsamente la noción de economía y desarrollo a la defensa ambiental. Y esto no se hace de una forma inocente. No surge a partir de un contexto que no tiene un marco. Sino que, precisamente, se disocia lo productivo, los modelos de desarrollo de la defensa ambiental, porque nunca se repensaron esas mismas matrices. En Latinoamérica, necesitamos impulsar formatos de producción, que naturalmente están signados por un carácter fuertemente extractivista, para cubrir necesidades sociales de nuestro pueblo, en función de contextos de sujeción económica. Para hacerla corta, tenemos que pagar una deuda externa que nos dejó el gobierno anterior y, para hacerlo, necesitamos profundizar modelos extractivistas. Eso no podemos, de ninguna manera, desanclarlo tampoco del desafío de transicionar energéticamente, de transicionar socioecológicamente, para que los modelos productivos y los modelos de desarrollo no se sostengan generando otra crisis que, básicamente, lo que hace es profundizar esta privación del derecho a un ambiente sano; sino que se pueda compatibilizar la necesidad de alimentar a nuestro pueblo, la necesidad de aumentar los márgenes de calidad de vida y también, en el medio de esos procesos, cuidar a nuestro planeta. Esto no es utópico, tenemos distintas experiencias, también en este ciclo tengo entendido que participó la Unión de Trabajadores de la Tierra que muestran palpablemente, con una experiencia empírica, que se puede apostar a un modelo alternativo, contrahegemónico y que, a su vez, pueda satisfacer las necesidades populares. Eso también es progreso, eso también es desarrollo. El tema es poder deconstruir nuestra idea instalada de lo que significan esos conceptos y apostar a esas experiencias en una apuesta superadora. 

B.R: A mí me parece muy importante, primeramente, entender que el cambio climático es un fenómeno de dominación social. Porque para poder hablar sobre cambios estructurales hay que entender cuál es la estructura en la que estamos enmarcados. El hecho de que históricamente se haya instalado una perspectiva del ambientalismo que solamente se concentra en las cuestiones de la individualidad, en los aportes que la ciudadanía puede generar para luchar con su granito de arena contra la crisis climática y ecológica, no es un fenómeno aislado. Esto constituye un fenómeno cultural, un legado cultural del neoliberalismo y hay que desarmarlo. En ese sentido, a la hora de desarmarlo, también hay que proponer mundos nuevos y cómo habitar estas transformaciones estructurales que queremos impulsar. Tenemos a cien empresas en todo el mundo que emiten prácticamente la totalidad, cerca del 70% o un poquito más, de todos los gases de efecto invernadero. Tenemos ese dato contundente. Tenemos, también, datos que podemos correlacionar con el contexto de crisis social y económica que vivimos a nivel nacional. Si analizamos, por ejemplo, cuáles son los nombres que más fugas de capitales generan, vamos a encontrar a los mismos nombres que en la lista de los empresarios que más deforestación generan. Eso no se da, simplemente, por un punto de coincidencia, acá hay un problema sistémico que me parece que hay que abordar. Y en ese sentido, el estado va a tener que incorporar una agenda prioritaria de discusiones. Tienen que elaborar políticas de regulación, tienen que avanzar también en la construcción de un andamiaje legal que pueda tocar esos intereses económicos. Y que, al hacerlo, no solamente se empiecen a generar marcos de regulación mucho más fuertes para esos grupos corporativos, sino que, en definitiva, el resultado sea un impacto en la mejora de la calidad de vida de los habitantes.

M.P: Yo creo que hay un legado cultural muy fuerte en luchas desde las bases sociales hacia las dirigencias. Y creo que, con un fenómeno muy presente que caracteriza muchísimo a nuestra generación, el movimiento feminista sentó las bases para pensar esta transformación que no venga de una agenda desde “arriba”, de las dirigencias, sino que sea un reclamo que se constituya desde las mismas bases sociales y que tenga que ver con un movimiento masivo que lea los signos y los intereses que le corresponden a su tiempo. Creo que eso es fundamental, también, en relación con lo que decía Bruno antes de que el 1% de la población mundial emite más gases que la mitad de la población más pobre. En ese sentido, la única respuesta posible – entendiendo que estos sectores son los que van a tener más herramientas a la hora enfrentarse a las terribles consecuencias, tanto en la crisis climática, como de la crisis social que engendra este mismo modelo – es un movimiento masivo y que se piense no en términos de consumidores, que también es una perspectiva que se aplica muchísimo en el ambientalismo, sino en términos de militantes y de sectores sociales que busquen alianzas estratégicas para, de alguna manera, desarticular esa estructura que nos trajo hasta acá y que nos va a seguir llevando al colapso tanto sanitario como ecosistémico y económico. Creo que algo que dejó muy en evidencia esta pandemia es que no se puede disociar la economía de otros fenómenos sociales como el colapso sanitario, la contaminación y el avance sobre la naturaleza. 

B.R: También me parece muy importante analizar el rol de la militancia, sus distintas responsabilidades y los distintos desafíos, en el marco de una frase que me parece muy importante tomar en cuenta de una dirigente política muy transcendental en la Argentina: en definitiva, las dirigencias son el reflejo de las bases sociales que terminan representando y, por lo tanto, el trabajo más importante para incorporar a la agenda ambiental en las agendas reivindicativas de los movimientos populares, se da desde el acercamiento de las militancias emergentes, las emergencias del ayer y del ahora, de las generaciones pasadas y de las generaciones presentes. Ahí tiene que haber un diálogo intergeneracional muy importe con los compañeros y las compañeras que están organizados en sus núcleos orgánicos militantes, para que se puedan trasladar estas discusiones hacia las dirigencias y, en definitiva, transformar la estructura cultural que termina construyendo nuestros pliegos de demandas hacia las dirigencias. 

J.M: Estoy pensando cómo hablamos de militancia, hablamos de un diagnóstico de responsabilidades diferenciadas, hablamos de cómo al discurso de la cuestión ambiental se le agrega por supuesto, el de la justicia social. Hablamos de objetivos muy claros, también, que se tienen. En definitiva, ustedes ya lo saben chiques, están haciendo política. Entonces, la pregunta es: ¿se imaginan en algún momento un partido verde? ¿O se imaginan, en realidad, insertándose en los movimientos que ya existen, o en los partidos que ya existen en el sistema político argentino? 

M.P:  Hay partidos verdes que son exitosos en otras partes del mundo, en Europa donde por ahí hay otra perspectiva y otra concepción de la cuestión. Pero yo creo que lo ambiental, igual que con el feminismo, igual que con todos los aspectos de la vida, no se tienen que analizar de manera disociada que, a veces, es lo que pasa si se piensa en términos de un partido verde; sino que tiene que estar inserto en toda la vida política. No solamente la política en términos de funcionarios y funcionarias públicas, sino también la política en términos de movimientos de base y movimientos sociales. En ese sentido, lo que sucedería si se piensa en un partido verde es que se militarían las cuestiones ambientales, en contraposición a estas otras luchas que coexisten. Es lo que sucede muchas veces, se piensa lo ambiental en contraposición a otros reclamos sociales cuando, en realidad, es un aspecto y un factor fundamentales en otras esferas de la vida que se tienen que analizar necesariamente de manera conjunta, así como muchas veces se piensa en un beneficio económico a costa de un costo ambiental, por ejemplo, si se toma en Argentina nuestro modelo agroalimentario, hay una ganancia que se acumula en pocas manos, mientras los costos sociales se distribuyen en el conjunto de la población. Eso es un análisis necesario que no se puede hacer desde el punto exclusivamente ambiental. Así que yo creo que lo mejor no es que exista un partido verde, sino incluir esta perspectiva en los movimientos que ya existen y potenciar un poco de autobombo en los movimientos sociales ambientales. Pensar en todas las expresiones como las asambleas de vecinos y los distintos movimientos dentro de la economía popular. 

B.R: Entendiendo las diferencias que existen entre los panoramas políticos, los contextos de disputa política de relaciones de poder en Europa y Latinoamérica, me parece importante dimensionar cuáles son las fuerzas sociales que más inciden en el marco de la política argentina y a las que necesariamente hay que ambientalizar.  Tenemos que transitar un proceso de ambientalización potente de la política argentina, ambientalización de la agenda social. En ese sentido, por ejemplo, al peronismo, a las fuerzas de mayoría, a los sindicados, a los movimientos populares son, en definitiva, a los que se debe interpelar con la cuestión ambienta. Si hablamos de transición energética, el sueño de los pibes y las pibas que ahora están inmersos en la construcción de los movimientos socioambientales es ver a las trabajadoras y trabajadores del movimiento organizado impulsando esos procesos de transición, con sus propias agendas reivindicativas. Porque, en definitiva, lo que tiene lo ambiental de interesante es que nuclea distintos intereses de distintos sectores sociales. Y lo que nos permite es construir movimientos intersectoriales. 

J.M:  Estuvimos hablando mucho de los movimientos juveniles y de ustedes, la juventud como protagonista de este nuevo ambientalismo. ¿Por qué el sujeto político joven? ¿Cómo lo explican eso? ¿Por qué es la juventud la que está protagonizando este momento?

B.R: Hay una cuestión de tiempo. Me parece que es muy importante analizar en ese sentido. La incorporación de la juventud como un sujeto político protagónico en la construcción de las nuevas militancias socioambientales se da en función de que el cambio climático y la crisis socioambiental representa una carrera contra el tiempo. Si leemos los últimos informes de los centros de investigación científicas más importantes del mundo en Naciones Unidas, vemos que los peores efectos de la crisis climática y ecológica van a impactar en un futuro muy cercano. Entonces, el hecho de que esto vaya a ocurrir, de tener una certeza tan potente sobre consecuencias tan devastadoras en términos sociales, ambientales y económicos, nos da la certeza de que esta generación es la que se tiene que involucrar, dar vuelta esta discusión y apostar a una radicalización potente de nuestras demandas. Greta surge como fenómeno a partir de esa certeza y a partir, también, de la necesidad de que la juventud empiece a nuclear a los distintos sectores de la sociedad en esta discusión tan fuerte que nos tenemos que dar sobre qué mundo queremos habitar de cara al futuro.

JM: Ustedes, entiendo, son la versión argenta de Fridays for future cuya máxima referente es a quien mencionabas recién, Greta Thumberg. ¿Cómo me explican el fenómeno de Greta? En concreto, ¿por qué es ella la gran referente de este momento?

M.P: Yo creo que se conecta bastante con la cuestión de por qué la juventud emergió como sujeto identitario de esta lucha, que creo que tiene ver, por un lado, como decía Bruno, que nos tocó estar en un momento histórico en el que nuestras proyecciones de vida coinciden con las proyecciones terribles en términos de cambios climáticos. Y eso, evidentemente, genera una cuestión fundamental dentro del pliego reivindicativo de la juventud. Pero también hay una cuestión que tiene que ver con una práctica que caracteriza a las juventudes, Greta inicia estas cuestiones bajo la premisa de que, si las proyecciones eran tan terribles y el escenario presentaba un panorama tan oscuro de cara a su futuro y al futuro de la generación, cómo no se están tomando las medidas necesarias. Y empezar a ver que la comunidad científica, en la cual, para bien o para mal, como sociedad depositamos la capacidad de transmitir la verdad, estaba diciendo que esta era la realidad y estas eran las proyecciones de muchísimos estudios y que, sin embargo, no se estaban tomando medidas contundentes. Hacerse cargo de esa contradicción y no naturalizarla es lo que, de alguna manera, la constituyó a Greta como un fenómeno mundial desde ese lugar de sinceridad e interés genuino por una cuestión que es evidente. 

B.R: A mí, personalmente, el interés por militar políticamente en contra de la crisis climática y ecológica e incorporarme a un colectivo socioambiental me surgió a partir de algo que surge en todas las personas para actuar políticamente: es la indignación. La indignación, por ejemplo, de saber que en los pueblos del norte del país es moneda corriente el desplazamiento de las comunidades de los pueblos originarios a partir de topadoras gigantes que avanzan destrozando los bosques nativos. Es imposible de asimilar desde la ciudad, por ejemplo, el efecto en la vulneración de nuestros derechos humanos básicos que ese tipo de fenómenos acarrea. Es impresionante ver, por ejemplo, las imágenes de los pibes y las pibas de los pueblos fumigados con malformaciones, padeciendo múltiples casos de cáncer a partir de la intoxicación con el paquete tecnológico que se suele aplicar en los procesos de producción agrícola. Es algo por lo que sí o sí necesitamos empezar a construir conciencia social. Sobre todo, militancia organizada. Y por eso me parece que surge Jóvenes por el clima como un sujeto que vino a resignificar el sentido común sobre lo que se percibe como ambientalista. Porque no podemos, únicamente, centrarnos en la recolección de colillas de cigarrillos en las ciudades. No podemos, simplemente, concentrarnos en modificar nuestros hábitos de consumo en la comodidad de un departamento. Eso en definitiva construye un habito que despliega una batalla cultural muy interesante contra la cultura del descarte, pero teniendo esta realidad tan contundente a la vuelta de la esquina, ¿qué futuro y qué presente nos queda si no decidimos organizamos en función de transformar la realidad? Esa transformación de la realidad protagónicamente incluye una veta ambiental. 

J.M: Quiero que me cuenten alguna cosita de la militancia diaria de Jóvenes por el clima. Tal vez, cuál fue el chispazo, cuál fue la primera reunión. Por ejemplo, ayer hablábamos con Beto Pianelli de Metrodelegados, que tienen una construcción y una historia sindical sumamente interesante, y contaba que la primera instancia de organización fue cuando una vez juntaron plata para un cumpleaños. Miren de qué cosa tan chiquitita nace una organización que termina siendo transformadora para los derechos laborales de los trabajadores del subte. Díganme si hay algún hecho que digan: éste tal vez es el mito fundante de nuestra organización. Y después, que me cuenten en qué consiste el día a día, las acciones concretas. ¿Cómo se va construyendo esa militancia de todos los días?

B.R: Una anécdota que recuerdo de cuando empezamos a construir el movimiento fue la del grupo de Whatsapp. Nuestra generación se organiza más que nada por redes sociales, pero en su momento, yo estaba investigando sobre programas para viajar con un amigo que finalmente se terminó yendo. Y hablamos sobre el fenómeno de Greta como algo que nos había sorprendido y, hablando de ella, dijimos “che, esto tal vez se podría replicar en la Argentina y tal vez a los pibes y a las pibas les interese verdaderamente el cambio climático como una cuestión social”. Mandamos un mensaje por nuestros grupos (en ese momento habíamos egresado) de compañeras y compañeras del secundario y ese mismo fin de semana éramos quince personas en la casa de un amigo, merendando y hablando sobre cómo movilizar a la gente, a nuestra generación por este tema. En definitiva, así surgió Jóvenes por el Clima. Después, a Mercedes la conocimos en un modelo Naciones Unidas y, finalmente en la calle, en la primera marcha. 

M.P: Yo me uní desde la primera movilización contra el cambio climático. Creo que surge en un delirio de ponerse a organizar con dos meses de anticipación una movilización, con poca experiencia en organización de eventos de ese calibre. Yo creo que, no solamente en Argentina, sino en distintos países del mundo, el movimiento contra el cambio climático surge de tener expectativas y horizontes por encima lo que se puede interpretar como razonable o posible en términos de corto plazo. 

J.M: ¿Y la militancia diaria? ¿El día a día? ¿Cómo se hace?

M.P: Ahora es bastante complejo por la virtualidad. Pero, al mismo tiempo, equilibró las relaciones entre compañeros y compañeras que estaban aquí en capital a pocas cuadras, y entre compañeros y compañeras que están en distintas puntas del país. También permitió un proceso de mayor federalización. Creo que sería interesante analizar cómo surgen los vínculos y cómo cambia la manera vincularse durante la pandemia y en la virtualidad. En términos de militancia es una complejidad. En este año, en términos ambientales, pasaron muchas cosas, teniendo la pandemia y el coronavirus como catalizadores de muchísimas discusiones. Podemos tomarlo como un espejo que nos refleja cómo estamos operando como sociedad. 

B.R: Lo que dice Mercedes me hace acordar al taller que tuvimos, hace muy poquito tiempo, de masculinidades, en el que hablamos sobre cómo, como juventud, más allá de militar por las cuestiones ambientales, también estamos insertos en la realidad social. Por un zoom entre compañeros organizamos un grupo en el que discutimos acerca de que, todo lo que fue pasando en los últimos días y semanas, también nos termina interpelando. Entonces, también esta cuestión de los vínculos, hablando de la cotidianeidad de la militancia, del día a día, es algo que se termina reforzando por necesidad y por obligación. Me parece que la pandemia planteó una necesidad de darle una impronta muy superlativa al tema de los vínculos sociales y es algo que, afortunadamente, estamos adoptando desde nuestro movimiento.

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