Cinco tierras

Por Javier Trímboli

En ¿Hay mundo por venir? Ensayos sobre los miedos y los fines, Déborah Danowski y Eduardo Viveiros de Castro retoman un argumento con el que es áspero discutir: “si todos los siete millones mil millones de personas del mundo adoptasen el American way of life –la extraña versión americana (léase, por favor, estadounidense) del buen vivir– serían necesarias cinco Tierras.” 

Autos, aviones, teléfonos celulares, maquinaria agrícola, complejos industriales, computadoras, aire acondicionado, hoteles confortables, etc… Cada uno de esos mecanismos requiere para su funcionamiento de cantidades ingentes de energía, que exprimen a la Tierra y que, al menos desde hace unas décadas, la colocan al límite, la han puesto en rojo. 

Si aún no se precisan cinco Tierras –y abisma imaginar tal cosa, aunque Philip K. Dick imagina la colonización de Marte desde 1961, convencido como estaba de que hubiera sido el camino a seguir por los nazis de haber ganado la Segunda Guerra Mundial-  es porque aún los “siete mil millones de personas del mundo” no “adoptaron” el American way of life

Se podría escudriñar  de cerca el significado o, incluso, la pertinencia de ese verbo para explicar que aún no sea definitivo el acoplamiento entre la población mundial y esa forma de vida fríamente enaltecida por el mercado, pero también por la publicidad – ¿por toda ella?- y por la industria cultural. ¿No es acaso el desarrollo, esa forma de entender el crecimiento económico que siempre persigue un “más allá”, el camino que nos conduce a precisar de cinco Tierras? 

En este libro que citamos y que tuvo su primera edición en 2014, la filósofa y el antropólogo brasilerxs se inquietan por estos resultados del argumento –la Tierra ya no sería suficiente, ya no estaría a la altura, vuelta una cárcel, de los anhelos prometeicos de los humanos-, pero también, menos previsiblemente dada su perspectiva, subrayan otra cosa: “Más allá de que haya demasiada gente en el mundo (infelizmente no hay racionalización que destruya esta evidencia), hay ante todo muy poca gente con demasiado mundo y demasiada gente con muy poco mundo, y es ahí que la cosa se complica.” La cuestión demográfica, aunque intratable –insoportable también-, es un dato imposible de obviar para dar cuenta del fenomenal desequilibrio en la relación con la Tierra. Pero la alarma finalmente la colocan en el reparto inequitativo del mundo, pocos tienen mucho y muchos tienen poco mundo. De una punta a la otra por entero aquí hay un problema. Lo decimos también porque, aun cuando ni siquiera al pestañear dejamos de ver la desigualdad –un efecto de vivir en América Latina-, no nos convence el significado de “tener” mundo.

¿HAY MUNDO POR VENIR?

Ensayo sobre los miedos y los fines

DÉBORAH DANOWSKI Y EDUARDO VIVEIROS DE CASTRO

Colección: Futuros Próximos

Traducción de: Rodrigo Álvarez

Páginas: 224

«El Antropoceno no tiene que ser el fin de los mundos por venir; es un límite, no un destino. No se puede permitir que lo que venga a continuación sea la barbarie de los tecnomodernos. Los pueblos amerindios, que se han negado a darse por finalizados, fin del mundo tras fin del mundo, tienen algo que decirnos sobre la necesaria subsistencia del futuro.» Donna Haraway

Ante la cada vez más evidente gravedad de la crisis ambiental y civilizatoria, proliferan nuevas versiones en torno a una antiquísima idea de “fin del mundo”. La transformación de nuestra especie, que pasa de ser simple agente biológico o social a una fuerza geológica capaz de afectar el sistema planetario y su destino –situación que ha dado lugar a la formulación del controversial concepto de “Antropoceno”–, produce una angustia metafísica, que contrasta con el optimismo del discurso tecnofílico. Este libro se propone analizar la proliferación actual de narrativas sobre el fin del mundo, entendiéndolos como intentos de invención de una mitología adecuada al presente que nos oriente ante el colapso de la distinción entre naturaleza y cultura.

La filósofa Déborah Danowski y el antropólogo Eduardo Viveiros de Castro encuentran evidencia de estos esfuerzos míticos tanto en los libros de divulgación científica, las revistas académicas o los pronunciamientos de diversas organizaciones mundiales, como en la obra de Bruno Latour, Isabelle Stengers, Quentin Meillassoux o los aceleracionistas, y en blockbusters como Mad Max, La carretera o Melancolía. La conciencia compartida de que el proyecto occidental de una construcción social de la realidad se ejecutó bajo la forma desastrosa de una destrucción natural del planeta suscita la necesidad de repensar la relación entre lo humano y lo no humano bajo las visiones catastróficas de un mundo sin nosotros o de una humanidad sin mundo. Para esto, los autores recurren al pensamiento animista de los pueblos amazónicos –sobrevivientes de la catástrofe civilizatoria del colonialismo–, para quienes cada especie constituye un tipo de sociedad, y cada interacción transespecífica, un campo de negociación diplomática. Aquella expresión común en boca de los militantes de izquierda, “todo es político”, adquiere en el caso amerindio una literalidad extrema, ya que todo vínculo con el medioambiente involucra el ejercicio de una cosmopolítica.

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