Marcela A. Fuentes, Activismos tecnopolíticos: Constelaciones de performance, Eterna Cadencia, 2020.

Por Antonia Kon

Aún cuando nos miramos cara a cara, cuando los cuerpos se enfrentan en manifestaciones, en fiestas, en represiones policiales, actúan bajo la influencia de sus experiencias digitales. Ya no es posible concebir nuestras identidades físicas por fuera del plano virtual. De la misma forma, la vivencia física de la resistencia se plasma en la vida virtual. ¿Qué pasa, entonces, con la performance como acción política? En Constelaciones De Performance, Marcela A. Fuentes se refiere a una simbiosis entre la vida virtual y el mundo físico: acciones performativas contrahegemónicas que se expanden más allá del plano físico y trascienden los límites locales y globales. El libro dedica sus cinco capítulos a describir la potencialidad política de una serie de experiencias performaticas latinoamericanas que se opusieron a la logicas fascistas y neoliberales, desde lxs zapatistas de México hasta el colectivo feminista Ni Una Menos en Argentina. Ya quedaron atrás los antiguos esquemas tradicionales de la protesta. La performance, online y offline, configura nuestras vidas políticas. 

Podemos pensar en las tecnologías de vigilancia y manipulación, en los algoritmos al servicio del poder, en la convivencia digital con las corporaciones y en la difusión de los discursos de odio. Podemos pensar, también, en las redes sociales que operan como vehículo de información para activismos, en internet como un espacio donde convergen ideas que se resisten a la norma y reproducen las luchas sociales desde una multiplicidad de planos y formatos. Constelaciones De Performance, lejos de negar esta contradicción, propone una búsqueda hacia el potencial revolucionario de la sinergia físico-virtual que marca nuestros tiempos. La experiencia digital no como anticipo de los hechos físicos ni como una documentación posterior, si no como una dimensión que transforma todas las interacciones sociales. 

La autora describe la performance como un acontecimiento artístico, cultural o político que se diferencia de la vida diaria porque se enmarca en tiempo y espacio. Tanto las apariciones públicas, entre bizarras y  aterradoras, de líderes políticos como el expresidente Donald Trump -meticulosamente documentadas y twitteadas en vivo- como las performance de Lastesis, la agrupación chilena que denunció la violencia de género con la canción “Un violador en tu camino” -y duplicó sus gritos a través de re-versiones que se difundieron en toda la web- son casos de performance política en el espacio público. A. Fuentes las diferencia, fundamentalmente, por la repercusión que suscita cada una de ellas. Mientras que la performance de revuelta apuntan a la toma colectiva de los espacios y a la participación del público como un llamado a la acción, las que elaboran los líderes políticos explotan su aspecto más pasivo y espectatorial. Es decir: alguien actúa, el resto se limita a observar.

En palabras de A. Fuentes: “la performance no solo reproduce lo que existe, sino que al desnaturalizar la construcción social pone en marcha las posibilidades para la transformación del mundo, es decir, actualiza lo latente”. Hashtags, memes, flash mobs, sentadas, graffitis y calles cortadas conviven en un espacio donde se resignifican los símbolos, donde se decodifican, intervienen y revelan sistemas transnacionales de gobernanza. En un mundo de retroalimentación corporal-digital, no se trata de usar o no usar las herramientas de los activismos tecnopolíticos, de actuar o no actuar en el plano físico. Se trata de pensar cómo hacerlo, y, sobre todo, qué tipo de mundos estamos produciendo. 

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